CHOLULA.- Durante los 70 años de liderazgo en el trono, la reina Isabel II demostró ser una de las garantes líderes del mundo dejando lecciones de lo que se debe adoptar y lo que se debe evitar hacer
La tarde del 8 de septiembre, la reina Isabel II cerró sus ojos definitivamente dejando atrás una vida de 96 años y un mandato real de 70 años en Gran Bretaña, tiempo en el que se caracterizó por ser una de las líderes más importantes en el mundo, que enfrentó múltiples retos a lo largo de los años y que ahora, deja un legado importante, sobre todo para los líderes que pueden tomar ejemplo de su actuar.
En 1953, la reina Isabel II comenzó su mandato con tan solo 27 años, situación que se dio de forma inesperada y que desde el principio fue vista como una mujer débil y que no sería tomada en serio; sin embargo, su dedicación y disciplina le permitieron demostrar al mundo que no solo podría con el cargo sino que en el futuro dejaría un importante legado.
“No estaba en la línea para la posesión, se le veía débil para tomar el trono pero su participación en la segunda guerra mundial la fue fogueando y lo que se descubrió es que sí había tomado muy enserio la posibilidad de estar al frente, se había preparado muy bien y formó una disciplina que mantuvo toda su vida”, explicó en entrevista, Jorge Llaguno, profesor del área de factor humano del IPADE Business School.
Detalló que en esa primera etapa al ascender al trono, su evolución como líder comenzó demostrando su disposición para aprender así como a innovar, lo que hizo cuando transmitió por televisión su coronación que le permitió reforzar su imagen y dar otra cara a lo que representaba la monarquía.
“Fue una persona que al principio demostró estar abierta a cambios, aunque al final de su vida pareció ser una mujer que no estaba dispuesta a la apertura, lo que se entiende por la responsabilidad que tenía, pero eso animó a que muchos lideres de Inglaterra siguieran su ejemplo”.
Aptitudes a seguir
Al analizar el actuar de la reina Isabel II, se observan muchas fortalezas que le permitieron culminar su vida al frente del poder, dandole otra cara a la corona y que todos los líderes pueden adoptar. A visión de Llaguno, se pueden enlistar las siguientes:
- Disciplina: desde el inicio fue muy fuerte, trabajó en la capacidad de manejarse ante los demás y las responsabilidades que asumía, además que era muy dura con ella misma para ejercer de mejor forma.
- Fiel a sus valores y tradiciones: siempre tuvo presente la tradición, los valores que la definían y lo que la hacían ser quien era, que además, regían a la sociedad a la que daba la cara. Siempre exaltó los valores de la cultura del Reino Unido recordando de dónde se viene.
- Transmitir confianza y certidumbre: en los momentos críticos, mantuvo pies en la tierra y demostraba ser un estado que se mantenía sólido que también, dependía del apoyo de todos.
- Resiliencia: comenzó desde antes de tomar el cargo y ante las crisis que azotaron al mundo como guerras, desastres naturales la explosión de Chernobyl, entre otros.
- Control de emociones: supo mantenerse neutral, llamaba a la unidad, transmitía mensajes de esperanza sin que las emociones tomaran control de ella a pesar de los diferentes conflictos. Todo lo hacia sin tomar partido político.
- Firmeza: al momento de los acontecimientos, se demostró firme y serena, manteniendo la calma a pesar de los imprevistos. Esta cualidad no se percibe en su hijo Carlos, el siguiente en el trono, de acuerdo a los especialistas.
- Llamado a la unidad: siempre mantuvo este mensaje, combatía la división y hasta el último momento, llamó a estar unidos, sobre todo en momentos críticos como los que ha dejado la pandemia
- Presencia: siempre estuvo en los momentos críticos, mantenía una posición neutral, dio la cara en diferentes situaciones y fungía como conciencia del gobierno. “Ella siempre decía que estaba al servicio del pueblo y su misión era llevar esa conciencia con los gobernantes”
“Al no ser la cabeza del estado, pero si ser una figura esencial, era la cara que todo el mundo veía convirtiéndose en un símbolo de certidumbre. Se volvió la figura más reconocida por todas las generaciones de lo que representaba un mandatario”.
Algo que también la caracterizó es cómo cambió su óptica de realidad, pues desde que tomó el trono, adoptó el título de ser “su majestad”, lo vivió y lo hizo propio. Además de los conflictos en la sociedad, los desafíos personales que enfrentó (conflicto con su hermana o su nuera Diana) no le impidieron detener su labor, se mantuvo estoica y al servicio de la nación, tal como era su misión.
Este cambio resulta complejo para muchos líderes porque cuando ascienden a puestos de liderazgo, una gran parte no se aleja de su labor que tenía antes. Por ejemplo, si un vendedor pasa a director, sigue haciendo labores de venta, se mete en los procesos, estorba y no deja crecer a los demás ni al área, “no cambian la mentalidad de ya no soy el vendedor que opera, soy el coordinador que ayuda a que el trabajo funcione. Hay que cambiar el chip”. En el caso de la reina, supo verse como mandataria desde el comienzo.
Áreas de oportunidad
Si bien la reina Isabel II tuvo muchas cualidades, también demostró partes negativas en su gestión, que representan un área de oportunidad para los líderes de ahora.
El primer punto negativo de la reina fue el de carecer del toque de humanidad, de no dar la cara a las críticas que tuvo en todo su mandato y de no mostrarse ante crisis, como la muerte de la princesa Diana u otros sucesos. La razón de esto se debía a su posición de mantenerse neutral, aunque esto también provocaba que la gente la viera lejana a los hechos. Como líder, el silencio no es buen aliado.
Asimismo, está la crítica a la abdicación al trono que no hizo, un error que también cometen líderes de las empresas, sobre todo las familiares.
Llaguno explicó que en gran parte de las empresas familiares, los fundadores se quedan en el puesto de líder hasta el final de sus días por diversas razones, impidiendo que nuevas generaciones se hagan cargo porque consideran que es lo mejor o que el negocio depende de ello. Sin embargo, esto crea inestabilidad a futuro.
Lo mismo ocurre con la reina Isabel II, ya que al estar tantos años en el trono tratando de preservar la estabilidad y bienestar, solo dejó como resultado una corona frágil, con un sucesor carente de experiencia, un mandato vulnerable y con los secretos de acción y buenas prácticas que se llevó a la tumba.
“La reina debió abdicar hace mucho tiempo, dejando que las cosas siguieran su curso. Pudo seguir como consejera pero ya no en el cargo, pero no dio oportunidad a los demás y ahora se tiene un ambiente frágil, justo lo que ella no quería”, finalizó.
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