Inmaculada Concepción
Santa María Xixitla
(Tercera Parte)
Por Dra. Margarita TLAPA ALMONTE
CHOLULA.- Si Santiago había sido el dios de la guerra en contra del mundo indígena, la virgen, presentada en su visión de Inmaculada Concepción de María, constituía la posibilidad de protección y abrigo, de paz materna en medio de un caos de proporciones dramáticas para los pueblos y naciones indígenas. Sahagún, en su Historia general de las cosas de Nueva España, al hablar acerca de las divinidades de los mexicanos, explica que la primera de estas diosas se llamaba Cihuacóatl que quiere decir “mujer de la culebra”. Y también la llamaban Tonantzin, que quiere decir “Nuestra Madre”. Fray Juan de Torquemada, en su Monarquía Indiana, menciona que hay un lugar que está una legua de esta ciudad de México, en la parte del norte, hacían fiesta a una diosa, llamada Tonan, que quiere decir: nuestra madre,
“Cuia devoción de Dioses prevalecía, cuando nuestros Frailes vinieron a esta tierra, y a cuias Festividades concurrían grandísimos Gentíos de muchas leguas a la redonda queriendo remediar este gran daño, nuestros primeros religiosos determinaron de poner iglesia en Tonantzin, junto a México; ahí constituyeron casa a la Virgen Sacratísima que es Nuestra Señora Madre”
En el siglo XVIII el jesuita Francisco Javier Clavijero, reconoce que Tonantzin: el nombre significa nuestra madre, y no dudo que era una misma con la diosa Centeotl. Tonantzin tenía templo en un monte distante una legua de México al norte, y era allí venerada de los pueblos con inmenso concurso de gente y un gran número de sacrificios. Hoy está al pie del mismo monte el más célebre santuario de toda la América, dedicado a la Madre de Dios. El relato de la Virgen de Guadalupe contiene símbolos convincentes, una imagen femenina sustituye a otra; la recién llegada tenía su color de piel similar a la de los naturales, es morena; quienes habían perdido interlocución lograban, con la Señora del Tepeyac, hacerse notar en un mundo carente de sentido. Esto inicio y se fue expandiendo desde el centro a la periferia de la Colonia. El avance de la devoción a Guadalupe fue lento en algunas latitudes. Los frailes hicieron mejor su labor de promoción de María en las remotas tierras del noroeste.
La devoción a la Virgen de la Inmaculada Concepción llego con los españoles quienes trajeron el fervor mariano el cual se diseminó por todas las colonias americanas, pero en cada lugar fue tomando características y particularidades locales. En el centro de la Nueva España hubo dos invenciones notables por la toma de posición que suscitaban en los creyentes: la Virgen de los Remedios y la Guadalupana: al paso de los siglos una declinó y la otra tomó proporciones de representación socio-cultural.
La imagen tutelar de María implantada por los religiosos evangelizadores quedo arraigada. Queda diseñada teológicamente como la Madre de Dios e Inmaculada en su Concepción, es la que ora delante de Dios y a la que se le reza con lágrimas y devoción, como se adoctrinaba, en el momento de la dificultad. Ante la oración, aparece María “La Conquistadora”
El día 8 de diciembre es el día en el que se celebra el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen para los católicos, pero este dogma fue eje de polémica desde la Baja Edad Media hasta el siglo XVII, especialmente en ciudades españolas como Sevilla, Córdoba y Granada, por la “cuestión concepcionista” de la que eran partidarios de la opinión piadosa de la Inmaculada los frailes de la orden franciscana y jesuitas; así como sus antagonistas de dicha opinión los dominicos.
Sin embargo, la creencia de que María fue concebida sin la mácula del Pecado Original en el vientre de santa Ana, su madre, no hay que confundirlo con la concepción virginal de Jesús por María, fue oficialmente establecida como dogma por la Iglesia en el siglo XIX por el Papa Pio IX, quien en 1854 tomó la decisión que desde hacía siglos se había hecho esperar. Finalmente fue nombrada patrona de España.
La representación plástica de la Inmaculada se hizo esperar hasta el siglo XV en algunos lugares e incluso hasta más tarde. Sí es cierto que desde el siglo XIII se venían celebrando fiestas en su honor. La iconografía de la Inmaculada no fue estable desde el principio, debido a su complejidad en la representación del concepto de pureza experimentó cambios iconográficos y sólo en el siglo XVII que es el siglo del que data la gran obra de Murillo, aparecerá la imagen definitiva que se configuró y pervivió en el tiempo hasta nuestros días.
Algunos de sus elementos formales más característicos proceden de un pasaje del Apocalipsis: “una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza”
Tras el Concilio de Trento y la instauración de la Contrarreforma católica, se establecieron nuevos dogmas iconográficos de representación mariana que viajaron al continente. Las pautas de la nueva representación de la pureza de concepción de María vinieron de la pluma del pintor y tratadista Francisco Pacheco (1564-1644), suegro de Diego Velázquez, quien codificó la iconografía de la Inmaculada en su obra Arte de la pintura, publicada póstumamente en 1649. Pacheco dice así: Háse de pintar, pues, en este aseadísimo misterio esta señora en la flor de su edad de doce a trece años, hermosísima niña, lindos y graves ojos, nariz y boca perfectísima y rosadas mejillas, los bellísimos cabellos tendidos de color de oro (…) Háse de pintar con túnica blanca y manto azul, que así apareció esta señora a Doña Beatriz de Silva, portuguesa (…) Vestida de sol, un sol ovado de ocre y blanco, que cerque toda la imagen unido dulcemente con el cielo, coronada de estrellas, doce estrellas (…) Una corona imperial adorne su cabeza, que no cubra las estrellas. Debajo de los pies la luna; (…) Adórnase con serafines y con ángeles enteros que tienen algunos de los atributos”15.
Velázquez y Zurbarán, dos importantes pintores barrocos de la Corona, siguieron en su mayor parte las indicaciones de Pacheco para realizar sus Inmaculadas. El color de la túnica suele vincularse habitualmente a la Virgen el azul del manto se ha relacionado con la tristeza pero también la pureza y la divinidad y el rojo con la naturaleza humana.
La introducción del dogma de la Inmaculada Concepción afectó a la espiritualidad, y redujo a la mujer indígena con ocasión de la conquista, y misma mujer hispana, como lo ha puesto de relieve José Oscar Beozzo. Según Vilma Moreira da Silva, en algunos sectores de Occidente se estaba dando una explotación del culto a la Virgen María reduciendo el modelo mariano a una feminidad ideal exaltando las virtudes, que se decían en la época, propias de la mujer, como la modestia, la aceptación, pasividad, resignación, sumisión, humildad, etc., reduciendo cultural y alienantemente la dimensión y el rol social del ser femenino.
La devoción a la Inmaculada Concepción de María fue extendiéndose en el territorio mexicano y cada imagen se enriqueció en su lenguaje representativo con las formas iconográficas nativas hasta conseguir la deseada conquista espiritual a través de los nuevos significados y valores identitarios propios del territorio mexicano.
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