Por Salvador ESPINA
CHOLULA.- México acaba de vivir un tsunami político el pasado 2 de junio, y los estragos empiezan a salir a la luz de cara a los próximos años. Estos estragos son particularmente fuertes y trascendentales para los partidos de oposición que buscan crecer o reconfigurarse para verse más competitivos contra el partido en el poder, que hoy se ve prácticamente hegemónico.
Por un lado, y como paréntesis, está el PRI, que a mano alzada el domingo pasado aprobó los cambios a sus estatutos para la reelección de su dirigente nacional. Esta votación podría ser la más importante en la historia moderna del PRI, pues podría ser la que termine de darle sepultura al partido que alguna vez lo tuvo todo.
Por otro lado, Movimiento Ciudadano vivió un crecimiento exponencial, pero también vio la realidad y el tope de este partido si no toman decisiones inteligentes y que los alejen del sensacionalismo y complicidad con el poder presidencial. Tanto así que su figura nacional más visible, Mariana Rodríguez, perdió la capital regia a pesar del apoyo del gobernador y su esposo, Samuel García. Esto demuestra que no todo se logra siendo un buen influencer.
Mientras tanto, en Acción Nacional, y regresando al tema central, ya se encuentran trabajando en la convocatoria para elegir al nuevo presidente nacional. Más que debatir nombres de posibles opciones, se debería analizar y priorizar el tipo de presidente que necesita el PAN, pero también el que necesita México.
En este escenario de derrota, toma más relevancia la figura del presidente nacional del PAN como segunda fuerza política y la primera de oposición, pues en gran medida será la persona que encabece la lucha por la democracia, las instituciones y los contrapesos que eviten la total transición a un régimen absoluto de MORENA.
Antes que nada, el PAN debe decidir qué quiere representar: si un partido más apegado a su doctrina humanista y conservadora, o seguir por la línea de la ambigüedad y reconciliación que proyectó en Xóchitl Gálvez. Ya con eso en mente, tocará diseñar el proyecto de país que quiere para el México de las próximas décadas y, por último, elegir a quienes encabecen ese esfuerzo para intentar levantar al PAN a los lugares que alguna vez alcanzó.
Entre los prospectos se encuentran Jorge Romero, Adriana Dávila, Damián Zepeda, Juan Carlos Romero Hicks, Mauricio Vila y, el más reciente en presentar interés, Eduardo Rivera. Esta decisión será crucial para el panismo, por lo que este proceso de renovación principalmente debe ser democrático y competitivo, para tener al mejor de todos y así alentar la esperanza de un resurgimiento electoral del PAN con nuevas victorias en los años por venir. Que sea lo mejor para el partido, pero, sobre todo, lo mejor para México.