Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- En Puebla hace unos días vivimos un ensayo “democrático”. Las precampañas, en las que los partidos políticos decidirían a sus candidatos para algunos puestos de elección popular: diputados, alcaldes y regidores.
Y resultó, al menos en el partido del Presidente AMLO (Morena) que se trató de una farsa. Bueno, casi toda una farsa. Puede haber honrosas excepciones en las que la selección de candidatos haya sido realmente democrática.
Voy a hablar del caso que me toco observar de cerca aquí en el Municipio de San Pedro Cholula desde donde vivo y escribo, donde sigue dominando el morenovallismo: el candidato de Morena será Julio Lorenzini.
Conozco a la perdedora, a la Diputada Tonantzin Fernández y por ello puedo afirmar que era la más digna candidata de la izquierda cholulteca. Todo indicaba que sería la candidata ideal para ganar en una plaza que, aunque tradicionalmente priista, en los últimos años se ha orientado hacia el panismo.
¿Qué fue lo que pasó? Para muchos se debió a que la guerra sucia que se desató en su contra, con el chisme de que era Tlaxcalteca, dio resultados. Yo creo que hay otra razón de fondo, que comentaré al final.
¿Morena es un partido político?
Los partidos políticos son grupos de interesados. La noción de partido, por su parte, tiene múltiples significados. Uno de ellos es aquel que refiere al grupo de personas que defienden una misma causa u opinión.
Estas dos definiciones nos permiten acercarnos a la idea de partido político, que es el conjunto de individuos que se reúnen y trabajan con el objetivo de acceder al poder y concretar sus propuestas para la organización social.
Los partidos políticos se rigen por doctrinas y teorías que explican su modo de interpretar la realidad. Un partido político de tendencia liberal, por ejemplo, nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso iría en contra de sus creencias.
Además los partidos políticos tienen estatutos o reglamentos que sus afiliados deben respetar. Solo de ese modo podrán proponerse como candidatos del partido en un proceso de elecciones o participar de la toma de decisiones del partido.
Y sí amable lector, eso es lo que dice la teoría (Cfr. Definición.de) pero en la realidad, como dije no son otra cosa más que grupos de interesados en los que los más astutos se convierten en mandamases, en caciques, en oligarcas.
La ley de hierro de la oligarquía partidaria
Robert Michels el sociólogo amigo de Max Weber estudió el comportamiento de los partidos políticos y de los sindicatos, en los años treinta del siglo pasado.
En su obra Los partidos políticos, formuló la «ley de hierro de la oligarquía», con la que afirmaba que «tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría»; la idea básica es que toda organización se vuelve oligárquica.
Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad del pueblo y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de este y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales.
Por eso, las organizaciones políticas dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos y se transforman en un fin en sí mismas. Pero si además, como en el caso mexicano, los partidos son financiados por el Estado, se convierten en verdaderas minas de oro, muy codiciadas por todo tipo de oportunistas.
Mientras más grandes se hacen los partidos, más se burocratizan. Muy pronto requieren de “especialistas” que sepan tomar decisiones complejas rápidamente: se vuelven imprescindibles y se forman élites. Dicho de otra manera, para que un partido sea eficiente va requiriendo de liderazgos fuertes, lo que demerita la democracia interna.
El morenovallismo en Cholula
Algunos estudiosos han caracterizado el caso mexicano como una “monarquía sexenal”. Y sí, fue algo así, nada más que hay que matizar el término. En las monarquías clásicas el rey ya era dueño de todo incluso antes de nacer, se trataba del patrimonialismo puro.
En cambio en la “monarquía sexenal” mexicana el nuevo presidente, con algunas excepciones, llegaba al poder para adueñarse de lo que más podía: su única limitación serían seis años. Pero qué acaso no ¿ya todo cambió?
Por falta de espacio no voy a entrar aquí al tema de la “transición democrática”. El hecho es que por diversas razones la plutocracia del PRI gobierno se vio obligada a compartir el poder a finales del siglo XX. Y así fue cómo surgió una clase política ampliada.
Pero en Puebla eso no sucedió. Aquí la “transición” se dio hasta el año 2012. Y el poder no se compartió, se centralizó todavía más en la figura de Rafael Moreno Valle. Priista de origen se mimetizo en panista y desde allí maquinó una gran alianza de “todos contra el PRI”, que lo llevó al poder.
En San Pedro Cholula el junior José Juan Espinosa llegó a la presidencia municipal bajo el manto del PAN morenovallista. Y su olfato político lo llevó a construir su propio poder local, pero ahora cobijado por el “partido” Morena y todo le salió bien, al grado de que pudo dejar un heredero: Luis Alberto Arriaga.
¿Ya todo cambió?
Finalmente J. J. cayó en desgracia y el partido Morena ha designado al morenovallista Julio Lorenzini como su candidato a la Presidencia Municipal. El hecho ha conmovido e indignado a no pocos ciudadanos que creíamos en las bondades de la 4 T del Presidente AMLO.
Mi primera reacción fue esa, sin embargo, viendo las cosas ya con calma y “a toro pasado”, como decía mi padre, me aventuro a formular una hipótesis que le da racionalidad al desaguisado:
El PRI ya pasó a ser parte de la chiquillada, al igual que el PRD. Entonces El PAN sería el único partido con capacidad real de disputarle el poder a Morena. Así que desde la oligarquía morenista se está orquestando el desmantelamiento de lo queda del panismo. ¿Cómo? Pues jugando con sus candidatos.
Más maquiavélico el asunto, imposible: el panismo tradicional se enfrentará al panismo morenovallista, Paola Angón vs Lorenzini.