Por Salvador ESPINA
CHOLULA.- En México, como ya es costumbre, ha pasado otra tragedia sangrienta, esta vez el sector que resintió este hecho fue la Iglesia Católica con los asesinatos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora.
Podremos ser o no católicos, pero esto es un reflejo más de la insaciable sed de sangre que tiene el crimen organizado y de la cual esta bañada México. Este hecho se suma a una serie de homicidios a hombres, mujeres, niños, políticos, empresarios, estudiantes, etc. lo cual indica que el crimen no distingue ninguna diferencia entre sus víctimas.
¿Es acaso la violencia un problema transexenal que no tiene solución y a la que las y los mexicanos debemos acostumbrarnos? Sin duda es una pregunta a la que muchos se están resignando a contestar que sí. Sin embargo, esto no puede seguir así, puesto que, tenemos hoy cifras alarmantes en donde son asesinadas más y más personas.
El primer paso para resolver un problema es admitirlo, y el gobierno federal sigue en la misma narrativa en que las cosas van mejorando y que la estrategia es la correcta, palabras que ha frecuentado el presidente de la República cuando lo cuestionan acerca de estos temas. La pregunta entonces sería ¿realmente estamos mejor que en los gobiernos “conservadores y neoliberales” en materia de violencia y asesinatos? Desgraciadamente la respuesta es un rotundo no.
Según datos publicados por el periódico El Economista y obtenidos por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, los primeros cuatro años del presidente López Obrador son significativamente más violentos que los de sus dos inmediatos antecesores del PAN y del PRI. Esto porque de 2006 a 2010 hubo en México 48,580 homicidios dolosos, de 2012 a 2016 hubo 59,938 y de 2018 a 2022 ha habido 99,784 homicidios dolosos en nuestro país.
Otros rubros en donde se ha incrementado la violencia en sus diferentes formas durante este sexenio son la extorsión y violaciones, por poner un par de ejemplos.
No es novedad que el tema de seguridad sea el más urgente en las sociedades latinoamericanas. Pero particularmente México debe estructurar una verdadera estrategia que pueda combatir el crimen desde los niveles más altos hasta los asaltos de a pie. Y aquí es donde viene el segundo paso después de admitir que existe un problema, este es corregir lo que está mal planeado y/o ejecutado.
La estrategia de abrazos y no balazos del presidente ha sido un rotundo fracaso como hemos visto, por lo que se debe cambiar el camino a seguir, y ahí es donde, tanto el gobierno como la oposición deben encontrar el espacio común de tregua política para trabajar por México.
Proponiendo, enriqueciendo y acelerando procesos que realmente generen un cambio de curso es la única opción de retomar las riendas del país. En la opinión un servidor, esto no podrá ser posible si no existe humildad para acudir a expertos y para poder trabajar con la ciudadanía y los archirrivales fifís o chairos según sea el caso.
Por último, regresando al tema de los sacerdotes jesuitas asesinados, no se ustedes, pero a mí me deja un par de lecciones muy importantes. Que nadie esta exento de la violencia, incluso si las víctimas son ministros de la fe que llegan a compartir los criminales con muchos de nosotros (una fe evidentemente mal vivida), ¡su propia iglesia! Y la segunda es que estos sacerdotes dejan testimonio de mártires modernos en situaciones de violencia que no creeríamos tener en pleno siglo XXI, descansen en paz y Dios los tenga en su gloria.