Por Nancy LUNA
CHOLULA.- En lugar de los muertos comunes, aquellos que no morían en sacrificios o guerra, llegaban a Mictlan: el noveno piso del inframundo. En la memoria colectiva se tiene la creencia en fenómenos inexplicables asociados a la naturaleza o que no tienen una explicación lógica; así surgen las leyendas y los mitos; del arraigo de estas creencias surgen los ritos, que se convierten en tradiciones y que, posteriormente, pasan de generación en generación.
En las culturas prehispánicas la muerte era abrazada con respeto y sin temor. Ésta se encontraba en su cosmogonía, filosofía, mitos y festividades. Su cultura y conocimiento giraba alrededor de la dualidad vida-muerte. Para ellos todo tenía su contraparte como un principio fundamental.
Se cree que la visión de dualidad inició con los períodos de lluvias y sequías. Con el agua todo florecía, mientras que sin ella todo se secaba. Los ciclos naturales les enseñaron que tras la sequía regresaba un período de florecimiento y este movimiento continuo explicaba, a su vez, la existencia de las noches y los días, de la vida y la muerte. Por esta razón, para que un habitante pudiera renacer a un lugar de completa armonía, debía morir y con esto librar una serie de obstáculos para ser digno del cielo.
A Tlalocan, el cielo de Tláloc, llegaban las almas que perdieron su cuerpo por una muerte relacionada con el agua; se creía que para llegar a este sitio se debía atravesar un largo y peligroso camino que se dividía en el lugar de la culebra y el lugar del viento frío de navajas.
De acuerdo a la cosmovisión mexica, el Mictlán (“lugar de los muertos”) era el nivel inferior de la tierra de los muertos. El camino a este recinto, nos cuenta Bernardino de Sahagún en su “Historia general de las cosas de la Nueva España” era largo y peligroso: tenía nueve niveles verticales y descendientes.
- Apanohuaia o Itzcuintlán: Había un río poderoso. La única forma de cruzar era por medio del dios Xolotl, representado con una cabeza de perro. Si en la vida no había sido amable con ningún perro, los muertos permanecían en esta nivel por la eternidad.
- Tepectli Monamictlan: Lugar donde las montañas chocan entre sí. Consistía en dos cerros que se abrían y se cerraban, chocando constantemente. Los muertos tenían que encontrar el momento adecuado para pasar.
- Iztepetl: O Cerro de Chuchillos, este lugar estaba formado por pedernales.
- Izteecayan: lugar donde el viento sopla cuchillos, este era un lugar con una sierra que constaba de ocho colinas y nevaba fuertemente. Los muertos tenían que escalar el cerro cubierto de filosas aristas para cruzar.
- Paniecatacoyan: Lugar donde los cuerpos flotan como banderas. Este lugar se encontraba al pie del último cerro, Izteecaya. Y se le dice así porque había poderosos vientos que arrastraban a los difuntos hasta que finalmente podía avanzar.
- Timiminaloayan. El lugar de gente Flechada. Se decía que era un camino a cuyos costado estaban manos invisibles que lanzabn saetas para cortar a los que lo atravesaban.
- Teocoyocualloa: Un lugar donde los animales salvajes, como los jaguares, desgarraban el pecho de los muertos para alimentarse de los corazones.
- Izmictlan Apochcalolca: La niebla del camino que ciega, en este lugar, los muertos se liberaban por completo de su cuerpo mortal.
- Chicunamictlan: Tras atravesar sus aguas, llegaban al lugar del descanso de las almas.
Se creía que el viaje duraba cuatro años y que, al llegar a Mictlan luego de haber superado todos los obstáculos, el alma del difunto era recibida por Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, las deidades del inframundo, quienes le anunciaban el final de sus pesares.
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