Metamorfosis

Por: Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ

CHOLULA.- Dicen los que saben, que ni todo el amor, ni todo el dinero, del segundo lo creo por la tangibilidad del mismo, pero del primero ¿Cuántas odas, películas, canciones, versos y poemas han sido hechos evocando al amor?

Las descargas químicas que produce dicho sentimiento transforman el pensamiento, muchos dirán que el alma y en lo personal, creo que toda esa cascada de neuro receptores (dopamina, oxitocina, serotonina y demás), generan felicidad, y esa felicidad se manifiesta a través de la mirada, de las palabras, de los actos, una persona enamorada es capaz de retarse a sí misma.

Dicen palabras infinitamente más sabias que las aquí escritas, que en donde hay amor, no hay temor, porque el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor conlleva castigo y el que teme, no se ha perfeccionado en el amor, y si bien estas palabras han sido plasmadas hace más de dos mil años, es cierto, el impulso del enamoramiento no solo produce sensaciones placenteras, también inhibe todo lo que nos hace sentir mal.

Pero, ya que estamos entrados en materia, ¿Qué pasa a la inversa? ¿hasta donde es capaz de llegar una persona que enfrenta el duelo de la pérdida intangible?

Al momento de una ruptura amorosa, el suministro de dopamina, sustancia encargada de la obsesión amorosa, del deseo y fuente de placer, es cortado de tajo, provocando que el cerebro entre en un estado de abstinencia, buscando de cualquier modo proporcionarse el placer que antes tenía a través de la secreción de dopamina, es por ello que existan conductas erráticas e irracionales, revisar redes, ver fotos, enviar mensajes, llamar en la madrugada, es solo el cerebro buscando el placer perdido.

Cuando el estímulo es insuficiente, el placer no es generado y empieza la liberación de cortisol, haciendo que el estrés psicosocial empiece a generar dolor, eventualmente el desplome de dopamina, serotonina y oxitocina generará la sensación permanente de dolor, lo que, en su momento, podrá provocar un cuadro ansioso o depresivo.

Es importante diferenciar las diferentes señales, entre una simple ruptura amorosa y el inicio de un trastorno depresivo, pues puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Eventualmente, dentro del primer o segundo año posterior a la ruptura, los niveles de dopamina volverán a sus parámetros normales, siendo que la vida pueda ser vista de la misma manera que antes de enamorarse, mientras más tiempo pase, menor será el dolor al ver una foto, al evocar un recuerdo, al recorrer los recovecos donde alguna vez el corazón (que ya vimos que en realidad es el cerebro) decidió entregarse incondicionalmente.

La metamorfosis será completa cuando el duelo sea superado, se llegue a una fase de meseta y estabilidad y una vez más, el ciclo se empiece a repetir, con una flor en la mano, y una sonrisa dibujada por estar pensando en una persona especial.

Es claro que para llegar a ese momento cero, muchos cambios debieron ocurrir, y que la mente, aparte de haber sanado, tuvo que haber llorado, reído, haber llegado al límite, tocar fondo, elevarse y batir nuevamente las alas, es lógico que, al momento de decidir amar nuevamente, la mente haya madurado, se haya transformado para poder enfrentar otra vez algo que es inherente a nuestra naturaleza de seres sociales, y siempre es bueno recordar que en la palabra metamorfosis está implícita la palabra amor.