Por Nancy LUNA
CHOLULA.- Hace mucho tiempo, cuando aún había animales salvajes en Corea, la fiera más temible era el tigre, por ser la más grande, furtiva y sorpresiva bestia.
En el campo había una mujer con dos hijos, ella tenía que salir a vender su tok (pastelillos de arroz). Antes de irse y dejar a los niños solos, les advirtió suplicante que no abrieran a nadie la puerta de la casa mientras ella no estuviera.
La madre se internó en el campo y fue sorprendida por un tigre que la devoró. Ella suplicó por su vida diciendo que tenía hijos pequeños, pero el impío animal no la perdonó de su cruel destino.
Una vez que devoró a la madre, el tigre se relamía los bigotes pensando en los dos niños que serían una presa fácil estando solos, así que se encaminó a la casa de la infortunada mujer y se vistió con las ropas de su presa.
Al llegar, tocó la puerta y los niños preguntaron quién era, él les dijo que era mamá y le abrieran la puerta. Los niños respondieron: “no te creemos, no te oyes como ella”, y el tigre les dijo: “sí soy, asómense y véanme”. Los niños se asomaron entre las varas del corral y vieron la vestimenta de su madre, por lo que rápidamente le abrieron la puerta.
El tigre saltó sobre ellos, pero como estaba pesado por comerse a la mamá de los niños, se le escaparon. Los niños corrieron por el campo abierto y el tigre se aproximaba con enormes saltos. Los dos niños rezaron al Cielo y un árbol creció frente a ellos, lo treparon, pero el tigre empezó a trepar también. Entonces, los niños volvieron a rezar al Cielo y una cuerda descendió, los niños treparon y llegaron hasta las nubes.
El tigre también rezó al Cielo y otra cuerda descendió para él y empezó a trepar, pero los niños volvieron a rezar al Cielo y la cuerda del tigre se rompió, cayó y murió. Los niños descendieron rápidamente por su cuerda, abrieron al tigre y liberaron a su madre devorada.