CHOLULA.- «Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir». Esta frase es del filósofo español Fernando Savater.
Savater ha destacado por sus ensayos y artículos periodísticos, además de que ha cultivado la novela y el género dramático. Cuando la encontré en las redes de internet, la frase me encantó porque encierra en dos renglones las virtudes humanas que todos necesitamos cultivar para vivir en esta época tan difícil y controvertida.
Y si, las virtudes humanas son el gran tema de toda filosofía. En nuestro México, que indefectiblemente pertenece a la órbita Occidental tenemos la fortuna de contar con una base filosófica que nos viene de la antigüedad grecolatina.
Específicamente nuestro modelo básico son las virtudes del estoicismo. Fue Cicerón el que las acuñó como el núcleo duro de la honestidad: la justicia, la sabiduría, la fortaleza y la templanza. La virtud del conocimiento está puesto en segundo plano respecto a la acción, en la cual se manifiesta en cambio plenamente la virtud.
En mis primeros cursos de ética en la prepa las recuerdo como las virtudes cardinales de la conducta enunciadas por Platón en el contexto de la tradición filosófica clásica y que después vendrían a ejercer una gran influencia sobre el pensamiento posterior del cristianismo. En Occidente, seamos o no cristianos, las traemos en la sangre.
Prudencia
Y de las cuatro, la prudencia es la virtud fundamental, la más importante de las virtudes cardinales, porque la justicia, la fortaleza y la templanza dependen de ella, que vincula al sujeto a la medida objetiva de la realidad y lo conecta con el ser de las cosas.
Con Platón aparece en La República y en el diálogo Leyes. Se hace clásica con los estoicos y más tarde es introducida por Cicerón en el pensamiento cristiano, destacándose Ambrosio, Agustín y Tomás de Aquino.
Sin embargo, la prudencia es una virtud olvidada, sobre todo por la modernidad, ya que en nuestros días depende menos de la moral que de la psicología y menos del deber que del cálculo.
Según esto el viraje se da con Kant, para quien la prudencia se reduce a un amor inteligente o hábil hacia uno mismo, no condenable pero carente de valor moral y sin más prescripciones que las meramente hipotéticas.
Y es que el mismo Kant, como nos hace ver Comte-Sponville, privilegia la verdad por encima de la prudencia. ¿Qué haría usted si unos asesinos le preguntan si ha escondido en su casa a uno de sus amigos al que quieren matar?
La máxima kantiana diría que la veracidad es un deber absoluto en cualquier circunstancia. Sin duda tanto usted como yo mentiríamos: no es posible aceptar la veracidad como un absoluto, hasta el punto de sacrificar por él nuestra vida, a nuestros amigos y a nuestros semejantes.
¿Por qué AMLO “miente”?
La veracidad a toda costa es lo que Max Weber llamaba la ética de la convicción, válida para los científicos o para los religiosos extremistas, pero llevarla a la vida cotidiana, o más aún a la vida de la política, es peligroso.
AMLO miente porque en esta posmodernidad mexicana tan surrealista, tan engañosa, nuestros políticos han aprendido a desconfiar de la moral, sobre todo si se le confiere un valor absoluto.
Así que en lugar de la ética de la convicción, prefiere lo que Weber llamaba la ética de la responsabilidad, (y aquí viene lo más importante) la cual, sin renunciar a sus principios se preocupa también de las consecuencias previsibles de la acción.
“El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones” es una frase muy popular en México. Y sí, una buena intención puede conducir a una catástrofe, y la pureza de los móviles jamás ha bastado para impedir lo peor.
Por el contrario, la ética de la responsabilidad quiere que respondamos no sólo de nuestras intenciones, sino también, en la medida de lo posible, de las consecuencias de nuestros actos.
Es mejor mentir que entregar a un amigo. ¿En nombre de quién? En nombre de la prudencia, que es la justa determinación (para el hombre, por el hombre) de este mejor.
La de AMLO es una moral aplicada, pero ¿cómo sería posible una moral que no se aplicara? Sin la prudencia, las demás virtudes sólo podrían llenar el Infierno de buenas intenciones.
Conclusión
Regresando a la síntesis de Savater: la ética se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir. ¿Acaso no es esto lo que está haciendo nuestro Presidente en su gobierno?
Su aparente debilidad es que “miente”, “habla mucho”, yo diría demasiado; sin embargo también hace muchas cosas, así que no se trata de otra cosa más que de coraje acendrado durante muchos años de lucha; y sus políticas de austeridad y bienestar no son otra cosa más que generosidad con un pueblo endémicamente pobre.
Finalmente, su alianza con el Ejército alcanza una explicación plena, cuando pensamos en su necesidad de sobrevivir en un país en el que los poderes fácticos le son adversos ya que siguen dominando: se trata de una alianza obligada por la prudencia.
Bibliografía: Comte-Sponville, André; Pequeño tratado de grandes virtudes; Paidós; Barcelona; 2005.