Por: Dr. Omar Josué Rojas Vázquez
CHOLULA.- Cuando inicio todo en marzo del año pasado nadie sabía nada, ni como se comportaba el virus, ni como se transmitía realmente, se cometieron errores, acertamos en muchas cosas, fallamos en otras cuantas, al final, la primera ola arraso y dejo un sistema de salud ya lastimado, agonizante, herido de muerte, las bajas médicas eran abrumadoras, las bajas civiles, incontables.
A todo este ajetreo se sumó una escasez de insumos increíble, agotaban los cubrebocas, los guantes, todos los productos de limpieza eran arrasados, como en una distopía, hasta el papel de baño era racionado.
Fue poca la calma que reino antes de la segunda ola, sin embargo, estábamos un poco más preparados, los hospitales se reconvertían constantemente, no supimos en que momento nos cambiamos de ola, solo vimos como la curva subía y subía pese a que todo estaba ya cerrado, pese a las restricciones, al cierre de fronteras, la segunda ola se iba a la vez que la vacuna era anunciada, y una vez más, la calma llegó, no sabíamos cuánto tiempo duraría, ni que tan plácida sería.
Muchas voces gritaban al unísono que no se debían relajar las medidas, que los hospitales no debían cerrarse ni reconvertirse antes de tiempo, sin embargo, dominó más espejismo de la seguridad brindada por la vacunación, sobre la razón cruda y fría.
Pasó el periodo de semana santa, a la par de las primeras dosis, algunas imprudencias fueron cometidas, en ambos lados, sin embargo, pese a todo, la curva se mantuvo estable, ingenuamente se pensó que ya había pasado, con mucha esperanza celebramos que las unidades COVID fueran cerradas, con sumo entusiasmo festejamos al último egresado de cada unidad, poco a poco la normalidad era reestablecida, los planes y proyectos volvían a ser viables. Que ingenuos.
La profecía finalmente va cumpliéndose, la probabilidad y estadística, en toda su frialdad van avanzando, la curva sube estrepitosamente, y como bien se dijo antes, agarra a un país que ya no tiene médicos, y los que tiene están cansados, agotados y mal pagados, que relajó todas las medidas, que no puede darse el lujo de volver a cerrar por 40 días porque eso sería la catástrofe total para una sociedad lastimada, sin embargo, una vez más las muertes aumentan, más familias se fragmentan, la historia se repite y como es costumbre, tenemos los calzones abajo.