La política, el poder y las mentiras 

 

Alejandro MARIO FONSECA 

CHOLULA.- Ya había yo visto, con mi hija Isabel, las películas de Harry Potter, pero ahora que leí los libros de la saga, esa hermosa narración parecida a una epopeya familiar que va de los 10 a los 17 años de la vida del pequeño mago, entendí su trasfondo filosófico.

Se trata de filosofía política del más alto nivel, ¡oro molido!: nos da respuestas a las grandes interrogantes de nuestros días. ¿Qué es el poder, quién lo detenta, porqué, cómo, cuándo, hasta dónde?

Ya en el desenlace, en el séptimo tomo, Harry Potter y las reliquias de la muerte, el sabio director de Hogwarts (la Universidad de la Magia) platica con el pequeño mago sobre el poder; Potter le hace ver que él hubiera sido el mejor para el cargo de Ministro de Magia. Dumbledor le responde:

¿Tú crees? No estoy tan seguro. Ya de muy joven había demostrado que el poder era mi debilidad y mi tentación. Es curioso, Harry, pero quizá los más capacitados para ejercer el poder son los que nunca han aspirado a él; los que como tú, se ven obligados a ostentar un liderazgo y asumen esa responsabilidad, y comprueban, con sorpresa, que saben hacerlo.

La filosofía política es la rama de la filosofía que estudia cómo debería ser la relación entre las personas y la sociedad.Incluye cuestiones fundamentales acerca del gobierno, la política, las leyes, la libertad, la igualdad, la justicia, la propiedad, los derechos, el poder político, la aplicación de un código legal por una autoridad, qué hace a un gobierno legítimo.

Intentando comprender a AMLO 

Pero también estudia qué derechos y libertades debe proteger y por qué, qué forma debe adoptar y por qué, qué obligaciones tienen los ciudadanos para con un gobierno legítimo (si acaso alguna), y cuándo lo pueden derrocar legítimamente.

 Mientras que la ciencia política investiga cómo fueron, son y serán los fenómenos políticos; la filosofía política se encarga de teorizar cómo deberían ser dichos fenómenos.  Entonces, ésta última es interdisciplinaria y requiere de apoyos que a primera vista resultan chocantes, como por ejemplo el de la psicología.

Tal es el caso del fenómeno que los mexicanos estamos viviendo con el gobierno de la Cuarta Transformación de AMLO. La mejor manera de intentar una comprensión cabal de su estilo de gobernar, es echando mano de la psicología.

Y ya entrados en materia, veamos por ejemplo el caso de su política petrolera. Su Plan de rescate de PEMEX no fue ningún Plan, se trató de una “corazonada”, en todo caso de “buenos deseos”. Hasta donde yo sé, no existió un Estudio de Factibilidad Técnico Económica que justificara el enorme riesgo que se corría.

Sí, el mercado ahí está, no podemos ni debemos seguir importando gasolina, cierto, pero ¿eso es todo? ¿Cuánto cuesta su nómina, sobre todo su nómina de jubilados? Para no hablar de lo que está costando modernizar y reactivar las refinerías y construir una nueva.

Y es que PEMEX lleva ya largo rato convertido en un verdadero paraíso en el que una casta administrativa y un sindicato voraz se han enriquecido olímpicamente. Veamos por ejemplo el Contrato Colectivo que firmó la empresa con su sindicato el viernes 2 de agosto del 2019.

Yo tengo otros datos 

Para empezar, se trató, a todas luces, de una incongruencia ya que él líder firmante Carlos Romero Deschamps (¿hoy jubilado?) estaba sujeto a investigación por corrupción. Además de que el volumen de recursos que representaba el Contrato no iba en la lógica de la política de austeridad tan cacareada por el Presidente.

Por si fuera poco, el Presidente hizo énfasis en que PEMEX ahorraría 1 600 mdp con el recorte de apoyos a los dirigentes en el nuevo contrato. Y se calló que el contrato también incluía un “bono de productividad” de 30% directo al salario de todos los trabajadores. (Cfr. Reforma 3/08/19). ¿Cuál productividad? ¿No que la paraestatal trabaja con números rojos?

Ah pero no se le ocurra a usted cuestionarlo en su conferencia mañanera, porque le va contestar con su ya clásico: eso dice la prensa fifi, yo tengo otros datos. ¿Qué pasa? ¿Cómo entender estos desplantes que ya se han vuelto una verdadera farsa? ¿O qué es la flamante “comisión de la verdad” recién creada?

Las verdades a medias no dejan de ser mentiras. La mentira es un arma; es el arma privilegiada de quienes se encuentran en una situación de inferioridad o de debilidad, que al engañar a su adversario se reafirman y se vengan de él. (Cfr. Alexandre Koiré, La función política de la mentira moderna; Pasos Perdidos; 2015).

Pero el Presidente no está débil, sigue más fuerte que nunca. ¿Por qué? Pues porque la mentira sirve para muchas cosas, incluso para hacer el bien. Y cuando nos hacemos el bien a nosotros mismos, se llama racionalización.

El concepto de racionalización se lo debemos a los psicólogos, se trata de un hábito que consiste en  consolarnos e impresionar a otros mediante una estampa de nosotros mismos, de nuestros motivos, amigos, vocación, religión, país, etc., que se parece más a lo que querríamos que fueran que a lo que son.

Si no están con él están en su contra 

Racionalizamos cuando pensamos que nuestra competencia tiene más éxito que nosotros debido a engaños y trucos que despreciamos. En el terreno de la política, el dirigente de un partido que no es el nuestro, siempre va a ser un demagogo, un charlatán.

El país enemigo es el antro de los monstruos, mientras que el nuestro es el de héroes admirables a toda prueba. La mujer a la que amamos es un ángel, excepto por lo que se refiere a la fragilidad humana. La racionalización con prudencia es necesaria, nos permite un equilibrio emocional.

El concepto de racionalización llevado al terreno de la economía, de la sociología y de la ciencia política, nos permite entender cabalmente porque hay tanta confrontación de proyectos, de ideas, de valores, juicios y demás.

Y es que las ciencias sociales así son, es muy difícil distanciarse del punto de vista propio. Siempre que intentamos interpretar actitudes humanas, especialmente de hombres que están alejados de nosotros, corremos el riesgo de interpretarlos mal.

Muy probablemente el mayor problema de AMLO  es que fueron muchos años los que dedicó a la búsqueda del poder y ahora que lo tiene le gana la desconfianza hacia todo aquello que lo frenó en su larga lucha. Sí no están con él, están en su contra.

Yo espero sinceramente, que poco a poco se vayan imponiendo aquellas  virtudes que lo diferencian y que hoy se ven opacadas: prudencia y responsabilidad. AMLO debería leer a Harry Potter.