La Peluca

Origen de la peluca

Por Nancy LUNA SORCIA

CHOLULA.- Si el peine fue uno de los primeros inventos del hombre, la peluca debió de ser el segundo. El miedo a la calvicie es antiquísimo; hace cinco mil años ya se utilizaban lociones y tónicos capilares entre egipcios y babilonios a fin de evitarla.

Sin embargo, la calvicie fue un mal difícilmente evitable. Se llegaba a ella con facilidad por los materiales utilizados para teñir el cabello, por lo que cuando éste desaparecía, el único remedio era ponerse peluca.

Se han encontrado pelucas incluso sobre las cabezas de momias faraónicas que no querían emprender calvas el viaje a la eternidad. Paradójicamente las mujeres egipcias del entorno nobiliario y de la familia del faraón estaban obligadas a raparse la cabeza y poner pelucas ceremoniales sobre sus calvas.

Historia de la peluca en la Antigüedad

También la Grecia Clásica, que tomó esta costumbre de los persas, las utilizó. En Roma la calvicie era vista como deformidad física, y la peluca fue objeto popular. Emperadores como Caracalla, del siglo II, y Domiciano, del siglo I, calvos prematuros, no prescindían de ella.

En el siglo I, Mesalina, esposa de Claudio, era adicta de la peluca y la utilizaba en sus correrías nocturnas por los antros de la ciudad según relata Juvenal en su obra Sátiras. Otros pueblos antiguos, como los cartagineses, la utilizaban. Cuenta Tito Livio en su obra Décadas que Aníbal Barca usaba peluca para pasar inadvertido entre sus tropas.

Del mismo modo, la emperatriz Faustina, esposa de Marco Aurelio (145), tenía ciento cincuenta pelucas de todas las clases y colores. También las divinidades, cuyas estatuas, generalmente pintadas, las lucían. La peluca era signo externo de riqueza y con el tiempo lo fue también de preeminencia y estatus a pesar de las pegas que el cristianismo primitivo puso a este artículo, considerado como resto paganizante.

Historia de la peluca en la Edad Media

Las largas, hermosas, lustrosas y a menudo olorosas trenzas que las doncellas llevaban en la Edad Media eran pelo postizo añadido al propio. San Jerónimo amonestaba a las mujeres cristianas del siglo IV por no abandonar la diabólica prenda, diciendo que tales mujeres “con ayuda de cabellos ajenos construyen sobre sus cabezas edificios postizos”.

Por lo general, peluca y postizo se hacían con pelo perteneciente a la familia; el pelo para las pelucas destinadas a la venta se compraba a los dueños de esclavos.

Antes del año 1000 los hombres lucían pelucas. Eran toscas, a menudo de pelo animal mal aderezado y sucio que había que teñir y empolvar hasta darles el volumen deseado. Eran enormes y tan pesadas que a veces sobrepasaban los dos kilos siendo causa de jaquecas y apoplejías.