Por Jesús De los SANTOS
CHOLULA.- La Edad Moderna (siglos, XV–XVIII). Se inicia con la invención de la imprenta, la caída de Constantinopla o el descubrimiento de América y finaliza con la Revolución Francesa, la independencia de los Estados Unidos o la primera Revolución Industrial.
La familia sigue siendo patriarcal, se restringe a la mujer a un papel subordinado a su padre o a su marido. La familia está sometida a la patria potestad del padre y al reconocimiento de la sumisión de la mujer, la cual se encargaba de los trabajos domésticos y de la educación de los hijos, pero después de cierta edad los varones aprendían directamente de sus padres. Se educaba con los valores y principios básicos que regían la sociedad dependiendo del género del hijo. La mujer desde pequeña era preparada para cumplir sus funciones en el ámbito doméstico y el ejercicio de la maternidad. A las mujeres se les enseñaba los oficios domésticos como lavar, planchar y servir la comida a los hombres, entre otras cosas. Se educaba a la mujer para dominar el hogar, debían aprender todos los elementos necesarios para convertirse en excelentes esposas y madres, no interesaba que adquiriera otros conocimientos. En la familia el papel preponderante lo tenían los hijos, ya que las madres y las esposas eran consideradas objetos de trabajo que no tenían derecho a expresarse, sublevarse e incluso manifestar sus derechos.
Las mujeres pertenecientes a la nobleza y a la alta burguesía aprendían la doctrina cristiana, a leer y a escribir, costura y, a veces, música. La educación se desarrollaba bien en casa, con sus madres o con profesores particulares, o en conventos. Las amas de casa supervisaban la educación de sus hijos y dirigían a sus sirvientes. Las mujeres no podían ser notarias, ni escribanas, como tampoco podían ocupar cargos de representación en los parlamentos locales. Únicamente podían participar en la supervisión de algunos hospitales. Tanto en las clases altas como en las bajas, la mujer destacaba por su papel de madre, la maternidad era su objetivo e identidad.
A lo largo de los siglos XVI y XVII, la mujer fue excluida de ciertas profesiones por los gremios. Se consideraba el trabajo femenino deshonesto e infamante. Las mujeres campesinas y de clases bajas siguieron trabajando, no obstante; y compaginaban las tareas agrícolas con las de la casa o con la artesanía rural, la carda o el hilado de la lana, etc. También podían dedicarse al pequeño comercio de alimentos, al servicio doméstico y eran aceptadas como sirvientas, nodrizas, comadronas, etc.