La moral y la pobrezason una mala combinación

Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN

CHOLULA.- Aunque entre la utopía de Tomas Moro y Los Miserables, de Víctor Hugo, median 300 años, los temas de ambas obras coinciden en un problema fundamental del hombre; la aplicación de la justicia. A través de sus personajes, dejan ver que para las clases explotadas, las leyes no solo se aplican con rigor, sino con penas inhumanas.

Jean Valjean fue condenado a pasar toda su juventud en las mazmorras, por robar una pieza de pan. Esta misma pobreza, ignorancia y mendicidad es la que vive la población mexicana; por eso nadie debe extrañarse de la semejanza entre las denuncias que tales pensadores hicieron del capitalismo en su tiempo y las condiciones en que este sistema económico hoy a la masas populares.

La moral y la pobreza son una mala combinación, ante la imposibilidad de obtener ingresos suficientes con trabajos honrados para satisfacer sus necesidades reales o ficticios, creados por el consumismo que fomentan los medios de comunicación, los jóvenes ven en el crimen organizado una atractiva oportunidad de descubrir que los grandes criminales amasan enormes fortunas en poco tiempo, gozan de lujos excesivos y de impunidad.

Los negocios ilegales atraen a muchos competidores, quienes al tratar de apoderarse del mercado generan la extrema violencia que ahora padecemos. Esta violencia alcanza ahora niveles insostenibles y los asesinatos son tan frecuentes que ya no son noticia; igual ocurre con la secuela inmediata de este fenómeno; las cárceles están sobrepobladas y, al igual que los muertos, la mayoría de los reclusos proviene de las masas empobrecidas.

Hay que precisar, sin embargo, que la mayoría de quienes integran la población penitenciaria del país no procede de la delincuencia organizada, sino de la comisión de delitos, como el atribuido a Jean Valjean, porque las mayorías de ellos no tuvieron dinero para defenderse. En su novena edición, el censo nacional de gobierno, seguridad pública, y sistema penitenciario estales, efectuado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2018, reveló que en la república había 181 mil 999 personas encarceladas y que el 95 por ciento ed éstas eran hombres.

Existe una vasta literatura sobre la vida de los reclusos en México. Si contamos sus historias desde adentro, podemos enterrarnos que sus supuestos delitos, eran simples faltas administrativas que no ameritaba encarcelamiento; que muchos fueron obligados a inculparse y que los procesos jurídicos que les aplicaron fueron incorrectos del todo. Caer en las cárceles mexicanas es como caer en el infierno de Dante.

Los relatos de la vida carcelaria coinciden con los datos afortunados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH); la mayoría de los reclusorios padecen hacinamiento; las celdas de cuatro por cuatro meros albergan hasta 11 presos; estos so n obligados a “convivir” violenta y hasta sexualmente dentro o fuera de estos espacios y a soportar 12 horas un retrete con heces. En las prisiones impera la ley del más fuerte y, como conviven lo mismo sentenciados por delitos graves que por delitos menores, el dinero permite a quienes lo poseen el privilegio de conseguir todo; alcohol, drogas y sexo, ante la pasividad de custodios y vigilantes. Sobra decir que este ambiente de tensión entre los presos de la delincuencia organizada es eventualmente compartida por los encarcelados que no deberían estar en prisión, quienes, además de purgar sanciones por delitos que no cometieron, tal es el caso de un preso que cumple varios años de cárcel, acusado por un policía corrupto de robar dos mil 500 pesos. Los presos aprovechan la mayor parte de su tiempo en buscar la forma de enviar dinero a sus familias y de cumplir con los quehaceres que les imponen para salir o antes posible de la cárcel por buena conducta, aunque en a mayoría de los casos no lo consiguen.

Está bien que quien comete un crimen, sea castigado y se le obligue a reparar el daño, pero los castigos no llegan a todos; los políticos de todos los colores que se roban el dinero del pueblo no suele pisar la cárcel.

Las prisiones no rehabilitan a nadie; por el contrario malean más a quienes caen en ellas. El mayor problema se halla en la estructura social y económica del sistema que engendra criminales. Esto fue abordado por Tomás Moro cuando escribió: “Porque decirme, si dejáis que sean mal educados y corrompidos en sus costumbre desde niños, para castigarlos ya de hombres, por los delitos que ya desde su infancia se preveía tendrían lugar, ¿Qué otra cosa hacéis más que engendrar ladrones para después castigarlos?

Benévolo lector, algunos versos de César Brañas, nació el 13 de diciembre de 1899, en la antigua Guatemala. Novelista, poeta, periodista y crítico literario.

Vanidad

La vanidad de mi pequeño nombre

quisiera abandonar en el camino,

que nadie sepa ni recuerde el hombre

que fui en la tierra, oscuro peregrino.

De la fama ignorado y del renombre,

cumplir sencillamente mi destino

y que el lector futuro no se asombre

siquiera del silencio en que me obstino.

Dejar mi verso dócil o impaciente

no codicioso del aplauso ardiente

sino de oculto agrado contenido

como pintor anónimo borrado

en la leyenda de su lienzo amado.

"Autorretrato de un desconocido"…

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