La mayor defensa del ego es no aceptar la verdad

Por Andrés Felipe REYES

CHOLULA.- Para Sigmund Freud el ego es la parte de la personalidad que media en las demandas de las manifestaciones psíquicas de nuestros impulsos y deseos, esta explicación actualmente se puede mejorar diciendo que el ego no es más que el producto de nuestra memoria psicológica, que no son más que recuerdos de metas, expectativas, logros parciales, placeres banales y superficiales, miedos, temores y todo suceso que haya provocado una sensación excitante ya sea para bien o mal. Este proceso se va evidenciando conforme la persona va creciendo y conformándose un supuesto futuro a vivir (siempre a favor de este ego) y cuando esta persona muestra, por temor, todo este conjunto de memorias para darse a conocer a los demás. Sin embargo, en estos días,  este ego se ha convertido, aún más, en un estado salvaje y violento, donde hace todo por defender su estadía en el inconsciente colectivo, pues como persona es más fácil cometer un error y no corregirlo que detectar el error y proceder a solucionar el conflicto.

El engaño y la mentira son una respuesta inconsciente de este ego y sus defensas, ya que para este punto de la historia, la destrucción y la degeneración provocan una hipnosis en la psique colectiva que se reproduce en un estado de “zombificación de las masas”. Desde la mitomanía, que es la necesidad compulsiva de mentir sobre asuntos grandes y pequeños, independientemente de la situación; hasta el trastorno de personalidad múltiple, el ego y sus defensas pueden transformar a una persona en un mentiroso patológico o en un ser con múltiples personalidades, hasta derivarse en tendencias suicidas u homicidas. Esto lo vemos en la vida diaria con el aumento de homicidios y feminicidios y estos actos son totalmente originados por el ego asesino de la persona, el mentir y el disfrazar todo esto en una personalidad que no es la correcta, donde la raíz es la memoria y no más que eso. El pensamiento es fragmentario por su constitución interna neuronal, pero no quiere decir que sea maligno, pues nada en lo humano lo es.

Colectivamente para el ego es más fácil el aceptar un engaño, que aceptar la verdad de un hecho, pues esta verdad le resulta incómoda y pone en peligro el inconsciente colectivo del cual es parte central. Desde el engañar a una persona inocentemente con un hecho tranquilo pero que se degenere al saber la verdad y este hecho provoque un acto violento de las partes involucradas, hasta un hecho colectivo mundial donde se haya jugado con la lógica y el sentido común de algo tan delicado como la salud mundial, donde las consecuencias se saben a pocas voces por temor a las represalias (principalmente de médicos) y por el secuestro de la verdad por parte de los medios. La única salida a este problema es el darse cuenta dónde empieza mi ego y como esta memoria psicológica crea el yo y cómo empieza a afectar a mi cerebro y al de los demás que me rodean. Empezando con uno mismo, diría un sabio amigo: “El percibir lo que sucede en uno mismo internamente es la principal acción y el inicio de la bondad”.