La Maleta

Por Nancy LUNA SORCIA

CHOLULA.- Para conocer cuál es el origen de la maleta, antes debemos saber cuándo empezó el hombre a viajar por el simple placer de hacerlo.

Como en tantas otras cosas, fueron los egipcios los primeros. Aunque sus viajes, no exentos de algún propósito científico, eran muy pesados: no llevaban maleta, sino voluminosos baúles y arcones que les impedían el movimiento ágil y rápido.

Pronto se vio la necesidad de cambiar su pesado equipaje por otro más ligero. El primer equipaje (predecesor de la maleta) fue el pellejo de un animal cosido. Zamarra que se echaba sobre los hombros o sobre las caballerías a modo de alforjones que colgaban a ambos lados del lomo de la cabalgadura.

Como eran piezas de equipaje demasiado frágiles y de escasa capacidad, los egipcios utilizaron el cofre de madera ligera recubierto de cuero untado con grasa de animal para hacerlos impermeables, pintados a los lados, y que constituye el tipo de equipaje que heredaron los griegos. Eran baúles resistentes, predecesores de la maleta de madera forrada de cuero.

El cofre y la maleta eran artículos rígidos, que ofrecían resistencia a su manejo, por lo que desde tiempos antiguos prevaleció el bolso, bolsa o zurrón donde era fácil meter y sacar las cuatro cosas que el viajero de aquellos lejanos tiempos utilizaba: algo de ropa, calzado y comida.

En la Edad Media los bolseros pertenecían al mismo gremio que los maleteros: ambos fabricaban lo mismo y utilizaban para ello piel de ciervo o ubre de cerda para bolsos y maletas destinados a la gente humilde.

Las piezas del equipaje de las clases elevadas seguían siendo el arca y el baúl de madera, ya que no eran ellos los que debían llevarlo, sino un séquito de criados.

En sus manos solamente portaban pequeñas bolsas de suave tela donde guardaban lo más necesario o de uso más frecuente: objetos para el maquillaje, el rezo, el recreo, algún pañuelo de seda y el dinero.

La condesa de Artois recibió como singular regalo de boda una docena de maletas de tela sarracena hechas en España en 1298, grandes y espaciosas, capaces de alojar los ropajes y amplios vestidos de su dueña.

La obtención de nuevos materiales fue aprovechada por los fabricantes de maletas, que las producían en serie con productos antaño impensables, como el acetato de celulosa y el poliéster.

Este mundo nuevo lleno de sucesivos y rápidos hallazgos e innovaciones hizo posible la elaboración de artículos cada vez más prácticos y ligeros. Revolución que multiplicó por una parte las piezas del equipaje, tanto que hizo exclamar al escritor Bernard Shaw (el inventor de la maleta con ruedas): “No acabo de entender por qué la mujer necesita cada vez maletas más grandes, siendo así que cada vez su ropa necesita menos tela”.