Por: Dr. Omar Josué Rojas Vázquez
CHOLULA.- Ninguna lucha que se ha dado en la historia y que haya generado resultados se dio de manera pacífica, ni ordenada, ni sin dejar mártires o victimas en ambos bandos.
Este mes se conmemora un año más de los disturbios de Stone Wall, donde nacieron los derechos LGBT+, la lucha iniciada por Marsha P. Johnson marcó un parte aguas en la historia de la sociedad americana e internacional, siendo su activismo el catalizador que pondría en marcha todos los avances que a 40 años se han logrado para una sociedad minoritaria, donde cada sigla es cada vez más segregada.
Grandes antecedentes se han dado previo a los eventos de 1969 en Nueva York, en su mayoría violentos, claros ejemplos son la noche de los cuchillos largos en Alemania durante la segunda guerra y previo a ella el recientemente revivido baile de los 41 en la historia nacional, lo que deja en evidencia algo que siempre ha existido y que en 1969 finalmente encontró su válvula de escape, repercutiendo hasta el día de hoy.
Fue hasta 1990 cuando la Organización Mundial de la Salud saco de la lista de enfermedades mentales la homosexualidad, fue en 2010 cuando se abrió el paso al matrimonio igualitario y algunos años después cuando se hizo ley a nivel nacional, y fue hasta 2020 cuando el Gobierno de México prohibió las terapias de conversión, si bien son pasos enormes en cuanto a igualdad se refiere, la brecha solamente se ha acortado, siguen siendo abismales las diferencias y sobre todo las desigualdades.
Largo ha sido el camino recorrido por una comunidad muchas veces quebrantada, segregada y perseguida, con incontables crímenes de odio que se han vuelto amarillos en los expedientes delegacionales de los cuales muy pocos han sido resueltos, el sendero no se aminora con una pandemia que tiene 35 años y que hasta esta naciente década finalmente prueba una vacuna que significaría una opción real para prevenir el VIH.
Sin embargo una luz se divisa al final de este oscuro túnel, pues el cambio de pensamiento colectivo actual visibiliza más las desigualdades, y, a diferencia de las generaciones anteriores, solidariza con la causa y se une al cambio, el oscurantismo y el clóset de cristal son cada vez más cosa del pasado.