Por: Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Desde que nos formamos en las aulas, se nos enseña que la medicina responde a un sistema jerárquico, donde manda quien tenga el rango más alto, generalmente asociado a quien tenga más tiempo en dicho puesto, la cadena de mando obedece a un sistema similar al ejército.
Dichas jerarquías no son eternas, un médico interno solo lo es por un año, al igual que un pasante, un médico residente escala gradualmente hasta finalizar la especialización, sin embargo, durante ese periodo, el abuso de autoridad es frecuente, en aras de la enseñanza y la adecuada formación, se permite que el médico de base abuse de los residentes, y estos a su vez, bajen dicha violencia hacia los estudiantes de menor rango, mientras en la mayoría de los casos, los departamentos de enseñanza son silenciosos cómplices, al igual que las coordinaciones universitarias.
Los abusos son variados, desde guardias de castigo, desayunos para todo el servicio, realización de tareas que nadie quiere hacer, actividades de oficina, hasta castigos más complejos, como entrar a áreas restringidas y realizar procedimientos que no competen al estudiante, pues hasta no obtener la certificación como especialista, se mantiene el estatus universitario.
Recientemente un médico interno perdió la vida en un hospital general en el Estado de México, de acuerdo al oficio emitido por su casa de estudios, habría sido obligado a ingresar al área COVID de dicho hospital, contagiándose, deteriorándose y finalmente falleciendo sin que el área de enseñanza, epidemiología, o su médico adscrito, tuvieran siquiera conocimiento del resultado de la prueba, o intenciones de brindarle atención médica en dicha unidad, derivando así en presunta complicidad, logrando que la universidad regresara a todos los médicos internos para resguardarlos.
Si bien el caso es complejo, y merece toda la atención de la Secretaría de Salud, de los comités de ética y educación de la universidad y del hospital quienes brindarán un veredicto y fincarán responsabilidades, no es la primera vez que el sistema de jerarquías falla, basta con recordar los vergonzosos hechos ocurridos en Puebla, donde ese mismo arcaico y terrible sistema, derivó con un residente internado en el área de neurocirugía por un trauma craneoencefálico y a finales de 2020, con el suicidio de un residente de anestesiología.
No basta con amenazar, humillar y degradar al más chico, o al subalterno, simplemente por tener más rango, la idea original se cimentaba en la enseñanza, sin embargo, un proceso que se suponía práctico, se ha tornado obsoleto, pues en la mayoría de los hospitales, lejos de enseñar, los internos y residentes, son usados como mano de obra barata, sacrificando su salud e incluso su vida.
Se pide a gritos un cambio radical en la manera de ver a los médicos y demás personal de la salud, sin embargo, desde hace años se tuvo que reformar el sistema de educación médica en los hospitales, los prehistóricos métodos que al día de hoy imperan deben ser abolidos totalmente, para dar paso a las nuevas maneras de educar, mientras tanto, lo bueno y lo malo de la medicina, es que las jerarquías son temporales.
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