CHOLULA.- Este pasado 10 de octubre se celebró el día internacional de la salud mental, establecido en 1992 por la Organización Mundial de la Salud, como parte de la definición de salud, entendiendo que “es un estado de completo bienestar físico mental y emocional, no solo la ausencia de enfermedades o afecciones”.
La actual crisis causada por el SARS-CoV2 ha puesto en jaque la salud mental no solo de la sociedad civil, sino también de los profesionales de la salud, quienes heroicamente han combatido desde las trincheras y han visto de primera mano cómo caen uno a uno los pacientes, los compañeros y los amigos.
En pleno 2021, la salud mental sigue siendo un tema tabú, no solo a nivel civil, también dentro de los propios hospitales, el estigma por recibir atención especializada (la cual muchas veces es sumamente necesaria, importante y útil), es inmenso, pese a los oscuros antecedentes que muchas instituciones guardan en sus amarillos y polvosos expedientes.
No es noticia nueva el suicidio de dos médicos residentes de diferentes especialidades en la ciudad de Puebla, uno de pediatría y uno de anestesiología, orillados por el acoso y la violencia que se viven en las sedes de residencias médicas, aunado a la indiferencia de las autoridades educativas, culminó en actos que bien pudieron ser prevenidos si el problema se atacaba a tiempo, sin embargo, el estigma, la desinformación y la ignorancia año con año arrebata no solo un médico, arranca un hijo, un padre, una madre, una pareja.
Para muchos, la mente es la herramienta más poderosa del cuerpo humano, capaz de somatizar enfermedades, inhibir impulsos, y lo más importante, controladora del raciocinio del ser humano, se ha teorizado durante muchos años sobre su dominio, sin embargo, con la evidencia disponible al día de hoy, sabemos que cuidarla, protegerla y mantenerla en buen estado es vital para el correcto funcionamiento del resto del cuerpo.
Como bien lo citaba Epícteto, se debe pensar bien para vivir mejor, aludiendo a la perturbación ocurrida por los sucesos cotidianos, no siendo los mismos los que la causaban, si no la visión que se tenían de ellos.