Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Una de las últimas publicaciones en línea de pijamasurf.com está dedicada al concepto de desarrollo del ser desde una perspectiva humanista, entendiendo la fortaleza como expresión de la plenitud.
Lo que esta vez nos regala este hermoso sitio de Internet, es una apología del filósofo alemán Erich Fromm. Se trata de un acercamiento al texto La revolución de la esperanza una obra que Fromm escribió a finales de la década de 1960, los años de la “Primavera de Praga”, el Mayo francés y el inicio del movimiento hippie en Estados Unidos.
En México lo vivimos como una protesta estudiantil que originalmente reclamaba el cese de la represión policiaca y que desembocó en la matanza del 2 de octubre en la Plaza de Tlatelolco. México se sumaba con un gran entusiasmo juvenil a los movimientos sociales, que suscitaron un fenómeno global con un espíritu de rebeldía y renovación.
En este contexto, que es también el de la llegada al poder en los Estados Unidos del reaccionario Richard Nixon y del recrudecimiento dela Guerra de Vietnam, Fromm escribe sobre El miedo a la libertad, que para él es el problema de fondo de la sociedad norteamericana de aquel entonces.
Erich Fromm nació en Alemania en 1900 y murió en Suiza en 1980. Además de filósofo fue un destacado psicoanalista que durante una parte de su trayectoria se posicionó políticamente defendiendo la variante marxista del socialismo democrático.
El humanismo de Erich Fromm
Fue miembro del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Fráncfort y participó activamente en la primera fase de las investigaciones interdisciplinarias de la Escuela de Fráncfort, contemporáneo de Adorno, Marcuse y Horkheimer, entre otros filósofos.
Sin embargo a fines de los años 40 rompió con ellos debido a la heterodoxa interpretación de la teoría freudiana que desarrolló dicha escuela, la cual intentó sintetizar en una sola disciplina el psicoanálisis y los postulados del marxismo.
Ante todo Fromm fue un pacifista, que como ya dije, se opuso a la Guerra de Vietnam. Un poco antes había conocido a Daisetsu Teitaro Suzuki, otro filósofo que tuvo una gran influencia en su pensamiento.
Conoció a Suzuki en México, en un histórico seminario organizado en 1957 por el Departamento de Psicoanálisis de la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y con él en 1960 publicó el libro Budismo Zen y Psicoanálisis, editado en nuestro país por el Fondo de Cultura Económica.
Ya desde fines de los años 60 muchos jóvenes leímos a Fromm, estaban de moda El miedo a la libertad y El arte de amar, y no fue sino hasta el año 2010 cuando leí Budismo Zen y Psicoanálisis, un texto que me iluminó el camino hacia el Yoga.
Se trata de una recopilación de textos en los que Suzuki y Fromm nos presentan un diálogo entre dos tradiciones distintas: Oriente y Occidente, budismo zen y psicoanálisis, para entablar una enriquecedora conversación en la que se señalan sus intereses comunes, entre otros, en el tratamiento de problemas en los seres humanos.
En resumen, dos sistemas que estudian la naturaleza del hombre y tienen por objetivo lograr su bienestar y su transformación. Mientras que en la primera parte Suzuki nos presenta el budismo zen y sus métodos, en la segunda Fromm analiza la problemática del hombre occidental moderno y rescata los aportes que el budismo zen puede hacerle al psicoanálisis.
Una preciosa definición de fortaleza
Pero regresando al regalo que nos hace pijamasurf.com, Fromm alinea la fortaleza junto a la esperanza y la fe y dice de ella que es uno de los elementos que dan estructura a la vida. Ni más ni menos.
Y aunque inicialmente el psicólogo prefirió hablar de “coraje”, al final en su texto eligió usar el término fortaleza, tomado de Spinoza, para aludir a aquello en la forma de ser de una persona que la lleva a tener valor para vivir. Después de todo, hace más falta intrepidez para responder a la vida que para enfrentar la muerte.
Y es justamente en ese sentido que Fromm distingue tres formas de fortaleza. En las dos primeras, una persona parece fuerte para encarar ciertos retos pero sólo porque o no tiene amor por su vida o, en segundo lugar, le teme tanto a un ídolo al cual adora, que se atreve a cualquier cosa con tal de no desobedecerlo.
En estos dos casos, la fortaleza es más bien ilusoria, pues no se trata de una cualidad inherente a la persona, que le sea auténtica o que sea resultado de su desarrollo, sino que más bien es una reacción circunstancial de miedo a la vida en sí: miedo a caminar por sí mismo, miedo de desafiar al Amo, miedo de poner en juego los recursos propios, miedo de arriesgarse…
¿Qué clase de “valentía” puede ser esa? A estas formas un tanto dudosas de fortaleza Fromm opone una tercera que, como en otros de los conceptos que desarrolla, está en relación directa con el desarrollo pleno del ser humano.
El mundo entero me pertenece
La tercera clase de intrepidez la encontramos en la persona totalmente desarrollada, que descansa en sí misma y ama a la vida. Quien se ha sobrepuesto a la avidez no se adhiere a ningún ídolo o cosa y, por lo mismo, no tiene nada qué perder: es rico porque nada posee, es fuerte porque no es esclavo de sus deseos.
Este tipo de persona puede prescindir de ídolos, deseos irracionales y fantasías, porque está en pleno contacto con la realidad, tanto interna como externa. Y cuando ha llegado a una plena "iluminación", entonces es del todo intrépida.
Pero si ha avanzado hacia su meta sin haberla alcanzado, su intrepidez no será completa. No obstante, quienquiera que trate de avanzar hacia el estado de ser él mismo plenamente sabe que se produce una inconfundible sensación de fuerza y de alegría en donde fuere que se dé un nuevo paso hacia la osadía.
Siente como si hubiera comenzado una nueva fase de la vida. Y de esta suerte podrá experimentar la verdad de la frase de Goethe: "He puesto mi casa sobre la nada, en vista de que el mundo entero me pertenece". (Cfr. pijamasurf.com; 27/03/2020).
La clave está en la perseverancia, en la firmeza y constancia en la manera de ser o de obrar. Eso que tanto le critican a AMLO y su 4 T. No es necedad, de lo que se trata es de avanzar a contracorriente, hacia un estado del Ser pleno.
Un ser colectivo que encuentre la gratificación no en el alcance de las metas, a todas luces muy lejanas, sino en el trabajo honesto y constante, en suma, en la recuperación de las virtudes básicas del Humanismo que nuevamente cobra vida.
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