Por: Dr. Omar Rojas Vázquez
CHOLULA.- El castellano es un idioma sumamente rico, entre 88 y 100 mil palabras forman el universo hispano, tan solo Don Quijote, de Cervantes, usa alrededor de 23 mil palabras, un hablante promedio, emplea aproximadamente 5 mil.
Generación tras generación, el lenguaje ha ido abasteciéndose de nuevos vocablos, variaciones fonéticas que se han transmitido de persona a persona, así como derivaciones regionales de tal o cual palabra son aceptadas anualmente en el diccionario de la Real Academia Española de la lengua.
Recientemente wasapear (whatsappear si quieren sonar Fancy), hacía su entrada como verbo, deformaciones tan grandes no se veían desde que wey (güey) entró hace unos lustros, y el mismo escándalo que armaron las generaciones superiores, que ni enteradas quedaron cuando ya podíamos aplicar el güey sin problemas, es el que en este momento se hace con la deformación de pronombres como elle, o les.
Apelan los más conservadores a que la inclusión debería ser aprender lenguaje de señas (LSM) o braille, parcialmente tienen razón, aplicar esos dos sistemas de comunicación es inclusivo, sin embargo, como hermano de una persona no oyente, jamás he usado o aprendido el LSM, ni nadie en la familia, incluido mi hermano, creo que es más fácil que mi hermano me hable en inglés, a que yo me comunique con él por señas.
La inclusión también es integrar a todos en la misma esfera, con mucha paciencia, pero podemos entender la fonética de un sordo, con muchos detalles, pero podemos hacer ver con palabras a un ciego, no es justo que ciertos sectores se amparen en los discapacitados solamente para joder a los no binarios, transexuales y demás personas, persones, o personxs, cuando ellos han sido los primeros en ignorarlos durante toda la vida.
Podemos apostar lo que quieran, a que todos a los que les molesta que le digan a alguien “elle”, son los mismos que les encantaba poner apodos en la primaria y secundaria, los mismos que para nada van a voltear si quiera a ver a un sordo, mucho menos a ayudar a un ciego, para esas personas, el único mundo que conocen es el suyo, pese a tener todos sus sentidos, son ciegos, sordos y mudos ante el cambio que se da, con sin y pese a ellos.
La inclusión de pronombres no binarios va a ser aceptada paulatinamente, es solo cuestión de tiempo, como siempre, los más conservadores saldrán a decir que están deformando el lenguaje, o que el adoctrinamiento está a la orden del día, que ironía, creer que es adoctrinamiento el luchar por la apertura y la inclusión.