La ética y el poder

Por Alejandro MARIO FONSECA

CHOLULA.- Cuando estudié la materia de ética en la Escuela Nacional Preparatoria me di cuenta de lo importante que son las costumbres y las normas que sirven para dirigir y valorar el comportamiento humano en una comunidad.

Y como ya he comentado también en otras ocasiones, como la mayoría de los mexicanos fui educado en el seno de una familia católica. Así que no me costó mucho trabajo entender y asimilar la importancia de la disciplina. De hecho los Diez Mandamientos de la tabla de Moisés, mutatis mutandis, son la base ética de la cultura occidental.

Llegados a este punto, vale la pena hacer una breve reflexión sobre la religión cristiana y sus posibilidades de satisfacer los requerimientos éticos de nuestra cultura.

Muy probablemente sea más fácil para los seguidores de Calvino y Lutero, en sus múltiples expresiones de culto, adaptarse al rigor y disciplina requeridos; sobre todo para los presbiterianos cuyos principios éticos son muy estrictos: su creencia en la doble predestinación, su contacto directo con Dios, la ausencia del perdón de los pecados, su actitud ante la muerte, etcétera.

Sin embargo para los católicos me surgen serias dudas sobre su capacidad para adaptarse a un código de conducta estricto y severo. No sé, tal vez la orden mendicante de los franciscanos, que para mi gusto son los más fieles a las enseñanzas del Maestro Jesús, sea el grupo de católicos con mayor solvencia moral para adaptarse a los requerimientos éticos aceptables

Ética y responsabilidad

El mundo moderno es complejo y está lleno de tentaciones y resulta que no es nada sencillo cumplir a cabalidad, al cien por ciento con una base ética, cualquiera que esta sea. Para un monje tibetano o para un sacerdote católico la observancia de la ética debe ser estricta, no así para los humildes feligreses de una iglesia cristiana: la ética se va aprendiendo poco a poco, gradualmente, a lo largo de la niñez y de la primera juventud.

Así como tampoco es lo mismo ser un maestro que un estudiante ya que el maestro es el modelo y el joven está aprendiendo;  así en el caso de los servidores públicos, no es lo mismo ocupar un humilde puesto burocrático en cualquier oficina pública, que ser el presidente municipal, el gobernador o el presidente de la república. Mientras más alto sea el cargo, más estricto debería ser el escrutinio de la solvencia moral y ética del funcionario, que no deja de ser un servidor público: sus responsabilidades son muy grandes.

 Hace no mucho (sobre todo en las redes de Internet) se hizo un linchamiento moral al presidente Peña Nieto por el supuesto plagio de su tesis de licenciatura, no pasó nada, ya bastante tenía con la larga cola de corrupción priista que arrastraba.

Plagiar es “copiar o apropiarse en lo sustancial de obras ajenas” (Diccionario del español moderno; Alonso Martín; Aguilar). Lo que comenté en aquel momento, fue que habría que revisar la tesis de Peña minuciosamente, pero que en todo caso el responsable era el asesor de la tesis, quien debió haber corregido en su momento al estudiante.

No me defiendas compadre

Ahora vivimos un caso parecido pero del lado de Morena con la tesis de la ministra Yazmín Esquivel.  La controversia inició el pasado 21 de diciembre cuando el escritor Guillermo Sheridan reveló en el portal Latinus que la tesis presentada en 1987 por la actual ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la Facultad de Estudios Superiores Aragón es idéntica a la que presentó un año antes Edgar Báez en la Facultad de Derecho.

El Presidente López Obrador se deslindó del escándalo aventándoselo a la UNAM. Después el Rector de la UNAM reconoció el plagio y declaró su incapacidad legal para sancionarlo. Y lo último que se publicó, primero en El Universal y después en la revista Proceso, fue que el plagiado (Edgar Báez) había “confesado” que él fue el plagiario.

No sé en que vaya a terminar el escándalo, mientras tanto le comento que vi en las redes de Internet una perorata del avezado político priista, hoy morenista, Ignacio Mier, en la que “exoneraba” a la ministra Esquivel argumentando que él mismo no se tituló por considerar que era un fraude, porque no correspondía con lo que él había estudiado.

Yo siempre lo había conocido como licenciado, sin embargo no me sorprende su repentina “honestidad”, restándole importancia a la realización de una tesis. Pero lo que si me preocupa es que se trata de un personaje que tiene serias posibilidades de convertirse en el próximo gobernador de Puebla (De Pisa y Corre TV; 24/1/2023). Espero que lo aclare.