Por Nancy LUNA SORCIA
CHOLULA.- Teñirse el pelo o las cejas era práctica habitual en Oriente Medio hace 6.000 años, como muestra la arqueología. Con anterioridad al año 1000 a. C., los hombres lucían pelucas toscas de pelo animal que había que teñir.
En el arte del peinado un pueblo sobresalió por encima de todos los demás, el pueblo asirio. Sus peluqueros se hicieron famosos por su capacidad de esculpir el cabello. Fueron ellos los inventores del rizado y el moldeado. También fueron los asirios los que introdujeron y difundieron el teñido del cabello en el siglo XXII a. C.
El historiador y naturalista latino Plinio el Joven describe los usos cosméticos de los galos en el siglo I, así como el modo de aquellos bárbaros de teñirse el cabello con grasa de sebo de cabra y cenizas. Plinio recomendaba los tintes oscuros. Para hacer frente a las canas incipientes se aconsejaba a los hombres preparar una pasta a base de lombrices de tierra y yerbas que se debía aplicar por la noche.
En la Roma Clásica se podía escoger un teñido entre distintas modalidades y tonos. El dorado se conseguía mediante una variedad de jabones y lejías alcalinas traídas de Fenicia, centro cosmético del mundo antiguo.
El teñido temporal se lograba espolvoreando polen amarillo sobre una mezcla de harina y polvillo de oro. No todas las sociedades se mostraban partidarias del pelo rubio o castaño: se sabe que los sajones gustaban de teñirse la barba y el cabello de azul, de rojo chillón e incluso de verde o naranja.
El dramaturgo Menandro, del siglo IV a. C., decía que lo mejor para teñirlo era aplicar al cabello limpio una untura especial y secarlo al sol durante horas. Antes, en la cultura griega, no se entendía un banquete sin uso abundante de bálsamos y sin que los comensales se sentaran a la mesa con el cuerpo perfumado y el pelo teñido. Pero estas cosas no se hacían antiguamente de manera inocua sino corriendo a menudo grandes riesgos. El tinte no se perdió nunca como costumbre; tuvo altibajos, pero se mantuvo siempre en el horizonte estético de hombres y mujeres.
En la Corte de Isabel I de Inglaterra, cuando esta reina era árbitro de la moda de su tiempo, tanto hombres como mujeres se teñían de color naranja el cabello. Como la reina era pelirroja, era color de moda.
Era también práctica corriente en la Francia del siglo XVI, donde perduró hasta la Revolución Francesa: María Antonieta, la infortunada reina guillotinada llevó estos usos a la exageración. El cabello se rizaba y ondulaba, pero sobre todo se empolvaba de colores o se teñía de azul, violeta, rosa, incluso blanco: para gustos estaban los colores, pero los colores aplicados a los cabellos naturales o a las pelucas y postizos.