CHOLULA.- Compañeros, espero que la práctica de estos Tres Legados los mantenga gozado de mucha sobriedad. Mi nombre es Juan y soy alcohólico; deseo compartir con ustedes mi experiencia en la actividad alcohólica.
Un día, totalmente ebrio, me dio por patear un envase de refresco y me enredé los pies, por lo borracho que andaba, me caí, pero no sé cómo. A pesar de que caí sentado, me fracturé el pie izquierdo. Después de la fractura vinieron varios problemas, porque estuve un año en cama, pues me curó un huesero y no quedé bien.
Seis meses después sufrí otra fractura, porque el hueso no soldó bien, y no me cuidaba, andaba emborrachándome. Un día que estaba muy borracho quise caminar por lo que se me volvió a quebrar el pie. Tuve que vender una hectárea de terreno, para pagar los gastos de la operación. Era la única hectárea que tenía para sembrar maíz para mi gasto, pero ni modo, no me quedaba de otra. Al poco tiempo dejé las muletas y andaba con un bastón, y así me iba a la cantina, que estaba a unos 300 metro, el pie me dolía al caminar, pero no me importaba, lo que quería era seguir bebiendo y embrutecerme. De regreso, me tenían que llevar a casa, perdía el bastón y me golpeaba la pierna, arriesgándome a volverme a fracturar.
Al poco tiempo, mi esposa me dejó porque ella vio que yo no iba a cambiar y más me refugié en el alcohol. Estuve siete meses así, viviendo solo, hasta que me cayó el veinte de que esa no era manera de vivir y busqué a mi esposa, le rogué que volviera conmigo, gracias a Dios, la convencí y volvió.
Al poco tiempo, un hermano que está en Alcohólicos Anónimos me pasó el mensaje y el día de hoy me encuentro en un Gripo llamado “La Batalla”, me siento verdaderamente feliz; he nacido de nuevo a una vida en la que me siento tranquilo y así pienso seguir, hasta que Dios me lo permita.
Gracias a AA por regalarme lo que se llama sobriedad. Hoy, ya no padezco esas terribles crudas. Gracias por su atención y felices veinticuatro horas.