“Sospechosismo” 129-C
Por Octavio RODRÍGUEZ FIGUEROA
CHOLULA.- Recordar a nuestros muertos, parece una frase sencilla, costumbrista o tradicional. En esta etapa de nuestra patria, “Recordar a nuestros muertos”, lleva en sí un peso específico bastante fuerte. Normalmente las familias celebran el regreso de sus familiares a convivir (¿O a conmorir?) a los altares que se les ponen. Son celebraciones puramente domésticas.
Pero la situación real es otra. Si se celebrara a todos los que desde antes del CALDERONATO hasta la fecha han muerto, esto sería un altar gigantesco sin precedentes nacionales. Han sido demasiadas las muertes, causadas por la guerra al narcotráfico y al crimen organizado. Unos partícipes y otros inocentes, pero al fin muertos. Ni un día, desde entonces ha dejado de haber difuntos.
Si recordamos la nota roja de los periódicos de hace tiempo, cuando había un homicidio, la sociedad se alarmaba. Después fueron por docenas y más y ya no es tan sensacional la noticia. En las fosas clandestinas se encuentran decenas y hasta centenas de cadáveres y ya no causa espectacularidad. Ya nos volvimos insensibles, nos acostumbramos.
Nadie Tiene la Vida Comprada, ni Siquiera Fiada
Además, las víctimas de los agentes naturales (Temblores, ciclones y otros) y luego se nos echa encima la PANDEMIA, que también ha truncado la vida de muchos hermanos, no es para hacer altarcitos, sino para hacer uno enorme. Por primera vez, un Presidente, se preocupa por rendir tributo a todos aquellos que nos ha dejado. Ningún otro se preocupó en el pasado, por recurrir a ese simbolismo que los mexicanos, apreciamos, no tanto por ser costumbre, sino por lo que en él mismo encierra, coronado con tres días de luto. Fue un homenaje sencillo, pero muy significativo, lo que nadie había hecho en palacio nacional. Ojalá a muchas personas nos sirva esta experiencia, para reflexionar SOBRE EL VALOR DE LA VIDA.