VATICANO.- En 1992, el P. Jorge Mario Bergoglio vivía en la ciudad de Córdoba, donde era confesor, tras algunos años de haber dirigido a los jesuitas en Argentina. El 13 de mayo de ese año supo, sorpresivamente, que se convertiría en obispo.
Así lo relata él mismo en el libro biográfico “El Jesuita”, escrito por los periodistas argentinos Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti.
En el libro, el Papa Francisco recuerda que el entonces Nuncio Apostólico en Argentina, Mons. Ubaldo Calabresi, «me llamaba para consultarme acerca de algunos sacerdotes que, seguramente, eran candidatos a obispo. Un día me llamó y me dijo que esta vez la consulta debía ser personal”.
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“Como la compañía aérea efectuaba el vuelo Buenos Aires-Córdoba-Mendoza y viceversa, me pidió que nos reuniéramos en el aeropuerto mientras el avión iba y volvía de Mendoza», relata el Papa Francisco.
«Fue así que conversamos allí –era 13 de mayo de 1992–, me hizo una serie de consultas de temas serios y, cuando el avión, ya vuelto de Mendoza, estaba próximo a despegar de regreso a Buenos Aires y avisan que los pasajeros deben presentarse, me informa: ‘Ah… una última cosa… fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y la designación se hace pública el 20’. Así no más me lo dijo”.
Al conocer la noticia de su nombramiento, que efectivamente se hizo público el 20 de mayo de 1992, el Papa Francisco dijo que su primera reacción fue de sorpresa.
“Me bloqueé. Como señalé antes, como consecuencia de un golpe, bueno o malo, siempre me bloqueo. Y mi primera reacción es, también, siempre mala”.
Consagración episcopal de Jorge Mario Bergolio, hoy Papa Francisco. Cortesía del hermano jesuita argentino Mario Rafael Rausch
El P. Jorge Mario Bergoglio recibió la consagración episcopal el 27 de junio de 1992, a los 55 años de edad, con lo que inició su servicio como Obispo Auxiliar de Buenos Aires.
Al ser preguntado sobre su nombramiento, tiempo después, como Arzobispo Coadjutor de Buenos Aires, el Santo Padre dijo que su reacción fue similar a la que tuvo cuando supo que sería obispo auxiliar.
«Como era su vicario general, cuando (el Cardenal Antonio) Quarracino pidió a Roma un coadjutor, yo a su vez le solicité que no me enviara a ninguna diócesis, sino volver a ser un obispo auxiliar a cargo de una vicaría zonal de Buenos Aires. ‘Soy porteño y fuera de Buenos Aires no sé hacer nada’, le expliqué. Pero el 27 de mayo de 1997 a media mañana me llama [Monseñor Ubaldo] Calabresi y me invita a almorzar”.
“Cuando estábamos por el café, y yo me aprestaba a agradecerle el convite y despedirme, veo que traen una torta y una botella de champagne. Pensé que era su cumpleaños y casi lo saludo», relata.