Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN
CHOLULA.- La universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, publicó recientemente su encuesta sobre hábitos y consumo cultural 2020, diseñada por su coordinación de difusión cultural. Primero hay que aclarar, sobre este estudio, que es difícil aceptarlo como una encuesta nacional o representativa de una tendencia general. El cuestionario online fue contestado por poco más de 8 mil personas, la mayoría con educación universitaria, residentes de la ciudad de México, CDMX, y con ingresos económicos por arriba del ingreso más ajo. Se trata de la llamada clase media que, según los parámetros de la Organización para el Crecimiento y el Desarrollo Económico, OCDE, agrupa al 45 por ciento de la sociedad mexicana. Así que más que parecer una panorámica nacional, el estudio brinda los comportamientos de consumo cultural de esta clase media.
Quien quiera consultar brevemente el material, puede remitirse directamente al estudio gráfico, donde encontrará, en figuras claras, la información estadística. La versión completa del documento incluye un análisis cualitativo y estadístico y presenta cinco ensayos de los destacados investigadores en material cultural.
Por mi parte, me limito a señalar muy brevemente algunos puntos relevantes. La información más importante de este material está implícita porque, en México, la desigualdad en el acceso a los bienes y servicios culturales es tal, que los sectores populares ni siquiera aparecen representados en este tipo de ejercicios estadísticos. Se parte de que los consumidores de la oferta cultural son, de facto, esas clases medias y se ignora la investigación sobre los perfiles culturales que definen el crecimiento desigualdad económica en nuestro país, son cada vez más numerosas. El modelo cultural actual ha fracasado en sus intentos por “democratizar el acceso a la cultura”, como le llaman en los discursos; es más, puede decirse que tal objetivo es cada vez menos prioritario. En esa línea avanza esta publicación de la UNAM.
Segundo. La distribución porcentual de los consumos de contenidos revela también el dramático debilitamiento de la oferta cultural en el sector público. Los ataques presupuestales provenientes de la “Cuarta Transformación”, 4T, contra las instituciones culturales cobran aquí sus consecuencias: Netflix, Whatsapp, Facebook, YouTube, Etal, arrasan a las producciones de la televisión cultural y las compañías gubernamentales de teatro, danza, ópera, etc. El discurso de austeridad que reivindica retóricamente a las culturales populares, en los hechos está destruyendo las pocas plataformas públicas de creación y distribución cultural. Aquí debe considerarse también la política Obradorista, neoliberal por excelencia, de no apoyar prácticamente a ningún sector de la cultura ante las terribles turbulencias financieras provocadas por la pandemia.
Se me acaba el espacio, pero quiero decir las últimas líneas a comentar brevemente el perfil cultural de esa llamada clases media. La sobrevaloración de su propia condición en la pirámide social, en lo que respecta a sus capacidades adquisitivas, ha sido ya mostrada por varios estudios, pero un fenómeno similar sucede en sus patrones de consumo cultural. Ese grupo de mexicanos con estudios universitarios y un ingreso relativamente estable, se auto concibe como un grupo de personas cultas, educadas, informadas y de pensamiento crítico (cito casi textualmente el vocabulario más recurrido), y sobre esta base reproduce frecuentemente un discurso arrogante de superioridad frente a los sectores populares. La realidad, según nos revela esta encuesta, es que alimentan su intelecto principalmente en las series de Netflix, en canciones de Sputify y en los “memes” de Facebook. Es lo que un joven historiador llamó recientemente “chatarra cultural del neoliberalismo”. Actividades como ver teatro, danza o escuchar música académica, incluso leer un libro son, entre ellos bastante esporádicas.
Por último: Es muy relevante notar que los únicos dos proyectos de diagnóstico que han estudiado los efectos de la pandemia en el sector cultural provienen de la UNAM. El gobierno federal brilla por su ausencia. El lugar que ocupa la cultura en el proyecto de la 4T es conocido, a estas alturas, por todos; pero este año, su irrelevancia se agrava aún más. Como hay pandemia y hay consulta, la cultura tendrá que esperar por los menos hasta que termine el sexenio.
Benévolo lector, algunos versos de María del Refugio Argumedo de Ortiz.
Nació en 1842 en la ciudad de México, se casó con Manuel Ángel Ortiz Pérez y tuvo tres hijos. Se conoce poco de esta autora, los pocos poemas que rescata esta edición son los que se conocen de ella y fueron publicados en Las Violetas del Anáhuac, semanario feminista que mantenía la ideología dominante del Porfiriato.
Recuerdo Triste
¡Qué triste late el corazón ardiente!
En hondo duelo sin cesar suspira,
Y en mi memoria el pensamiento gira,
E inclino mustia mi abatida frente,
El ángel del dolor mi canto inspira;
Hay átomos de fuego en el amiente,
Y en mi dolor crudísimo y profundo,
Negro desierto me parece el mundo.
Yo recuerdo en mis horas de amargura
Una tarde en que el sol iba muriendo,
Y la noche con negra vestidura
Iba su manto en zafir tendiendo.
La blanda brisa que de amor murmura
Suspiraba tristísima gimiendo;
Y la madre de mi alma agonizaba;
Y en mi sus ojos con afán clavada.
Yo la veía con intenso anhelo;
Y a la luz de una lámpara muriente,
En amargo, terrible desconsuelo,
Miré palidecer su blanca frente
Alcé los ojos con dolor al cielo…
Un suspiro exhaló triste, doliente…
Volví a mis hijos la mirada incierta…
La madre de mi amor estaba muerta…