Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Nuestro Presidente Andrés Manuel López Obrador sorprendió al mundo hace unos cuantos días llamando a la Fraternidad Universal desde la cumbre virtual del G 20. En México muchos comentaristas minimizaron el hecho, otros como yo lo consideramos relevante.
Y es que AMLO sigue criticando a los conservadores, a los neoliberales y al mismo tiempo utiliza una retórica que basada (muy esquemáticamente) en el humanismo, raya en la ilusión de los iluminados; incluso él mismo lo subraya: me van a tachar de Quijote.
En aras del entendimiento, de la pluralidad y de la urgencia de actuar como un pueblo unido ante la amenaza del corona virus, que sigue cobrando vidas en todo el mundo, debemos hacer un esfuerzo conceptual por comprender a nuestro Presidente.
El liberalismo “puro” (no clásico), o el neoliberalismo como le llamamos los críticos, es una desviación de la propuesta original. Es un pecado, para que me entiendan mis amigos católicos y cristianos: es avaricia, gula, abuso, corrupción y todo lo demás.
En suma, sin Humanismo el Liberalismo no es más que una coartada ideológica de los depredadores, de los ignorantes embrutecidos por el consumo desenfrenado. De lo que se trata, es de marchar (como dice Macrón el Presidente de Francia), de reencausar, de enderezar un árbol que crecía torcido: el árbol de la Modernidad.
Así que insisto en lo que he dicho ya en algunos artículos anteriores: el proyecto de la modernidad sigue vigente. No debemos bajar la guardia, no es fácil, pero tampoco es imposible. Voy a intentar explicarme.
Enderezar la historia de la humanidad
Árbol que crece torcido es una hermosa colección de ensayos publicada por la revista Vuelta de Octavio Paz en 1992. Su autor es Isaiah Berlin, uno de los principales pensadores liberales del siglo XX.
En estos ensayos Berlin sostiene que las grandes aberraciones de la historia se han cometido debido a la necedad del ser humano de perseguir valores absolutos, cosa que se aprecia en las más diversas atrocidades: el terror revolucionario, los regímenes totalitarios, las ejecuciones sumarias, etcétera.
La crítica de este filósofo se centra en la reivindicación del individualismo, del nacionalismo y la eliminación de lo otro, de lo que es diferente; ideas que se pusieron en práctica con toda puntualidad por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
El origen de esta crítica está en el núcleo duro del proyecto de la Ilustración, en Kant: “jamás se hizo nada derecho con la madera torcida de la humanidad”. Lo que se nos está diciendo es que debemos “enderezar” la historia de la humanidad desde el pluralismo.
Para profundizar en el tema me voy a apoyar en el ensayo de Juan Antonio Le Clercq, que publicó también la revista Vuelta, en 1992: lo que Berlin destaca es que en la mayoría de las interpretaciones científicas o filosóficas que sobre lo político y lo social ha generado Occidente, hay tres constantes más allá de la época o de la identificación ideológica.
Pluralismo: el gran reto
Esto es, las perspectivas analíticas occidentales se sustentan principalmente en los siguientes supuestos:
1) todas las preguntas genuinas que podamos hacemos deberán tener tan sólo una respuesta verdadera y válida, por ende, todas las demás soluciones deberán ser necesariamente erróneas;
2) debe existir un solo camino o método confiable para encontrar esas respuestas; y
3) una vez identificadas las respuestas verdaderas, éstas deberán ser necesariamente compatibles y tenderán a constituir un todo único y coherente, ya que una verdad no puede ser incompatible con otra.
Y aquí viene lo más interesante, Berlin se apoya en autores que en su tiempo fueron relegados o ignorados (Maquiavelo, Herder, Vico, Herzen, entre otros), para entonces destacar las falsedades o incongruencias sobre las que se ha estructurado tanto el pensamiento clásico como el moderno.
De este ejercicio concluye que los hombres y las diversas colectividades difícilmente perseguirán las mismas metas y valores, por lo que es imposible que exista una sola respuesta a cada pregunta que podamos formular.
Para el autor, cada cultura tiende a ser diferente, representa valores, gustos y metas distintas, implica un «centro de gravedad particular» y no necesariamente similar a otros. De ello se desprende la imposibilidad de que un conjunto de reglas o leyes universales puedan explicar el comportamiento de todos los hombres.
China está poniendo el ejemplo
Hace no mucho, escribí que Estados Unidos comenzó su declive como máxima potencia mundial como consecuencia de la histeria geopolítica desatada en Vietnam (1964-1973) por Nixon-Kissinger.
Y que dos décadas más tarde, Reagan, Bush y, después George W. Bush alentados por “halcones” como Cheney, Rumsfeld y Rice, que respondían a intereses de empresarios de la petroquímica y del armamentismo, emprendieron una similar pero más activa acción histérica en el mundo.
Concluía que Trump no era más que una triste y enferma caricatura de un imperio que se niega a morir, lo que lo hacía muy peligroso. Y si, hemos vivido ya más de tres años de acoso, abuso y maltrato de ese loco. Sin embargo, tras la pandemia del corona virus todo está cambiando.
La pandemia está demostrando quien es quien en este mundo y sorprendentemente son los rasgos culturales (la tesis de Berlin) los que están marcando la diferencia.
Hoy (5/4/2020) los Estados Unidos cuentan con 311,656 casos de contagiados contra 81,669 en China y 1890 en México. Y sí, empezó en China, pero ya la controlaron; los errores de Trump son catastróficos. ¿Por qué?
No nada más por la arrogancia del magnate presidente, sino también porque la sociedad norteamericana es hedonista, consumista y despilfarradora. En contrapartida China es un país con una cultura milenaria, sí acostumbrada al autoritarismo, pero disciplinada y austera.
En México, a pesar de todas nuestras debilidades, nuestro líder AMLO llama a los poderosos a la Fraternidad Universal. Y claro que es posible, los chinos están poniendo el ejemplo y a pesar de los continuos y agresivos embates de Trump, están implementando una política solidaria.
Por lo que se ve, muy seguramente los chinos ayudarán al “mundo libre” a salir de esta gravísima crisis, que ya no es sólo viral, sino también económica.