CHOLULA.- El primer paciente que declaré fue durante el internado de pregrado, antes de semana santa, una obstrucción intestinal que se negó a la cirugía y no pudo pasar la noche, las maniobras de reanimación duraron alrededor de 30 minutos, como lo establecen las guías americanas.
Aún tengo grabadas en la mente las últimas palabras que me dijo la paciente, y la esperanza que tenía de pasar semana santa para aceptar la cirugía, claro está que no fue la última reanimación en la que participé en el internado, sin embargo, es obligación de todos los profesionales obtener el mayor aprendizaje de cada proceso en el que se vea involucrado.
El gran reto del médico y del profesional de la salud, es tal vez el proceso de reanimación cardiopulmonar, pues el éxito de este depende de la comunicación que exista en el equipo de respuesta, en la capacidad de todos y cada uno de los integrantes, así como en las condiciones y probabilidades que tenga el paciente de ser recuperado.
Por supuesto que esta última condicionante es la más crítica, pues muchas veces todos los esfuerzos del mundo son insuficientes cuando el cuerpo simplemente no soporta un proceso tan intenso como es la reanimación cardiaca.
Sin embargo, un reto aún más grande es al que nos enfrentamos los médicos privados en áreas donde solo estamos nosotros, por ejemplo, hoteles, zonas residenciales, farmacias, centros comerciales, todo ambiente extra hospitalario, donde ciertamente la probabilidad de un arresto cardiaco es baja, pero nunca cero.
La dificultad reside en que por unos breves pero eternos minutos, somos los únicos respondientes, encargados de dirigir, actuar y coordinar un equipo que usualmente se compone de 5 a 6 personas, y que durante esos instantes que parecen eternos y son tan críticos, todo el equipo reside en nosotros.
La verdadera soledad, al menos profesionalmente, se descubre mientras se está en una habitación llena de gente, con un paciente en paro cardiaco, a sabiendas que el único que puede responder con la entereza y destreza que la situación amerita, es el médico.
Sin embargo, todo esfuerzo se ve recompensado cuando las maniobras son bien aplicadas, y el paciente es recuperado en el segundo o tercer ciclo de reanimación, no se sabe cuántos minutos pasaron, los paramédicos llegan y relevan al profesional en las compresiones, el paciente se prepara para el traslado, los récords cronometran el tiempo del primer respondiente en algo menos de 10 minutos, saben eternos, pero al ver al paciente con puso, y con presión estable, saben a gloria.
El gran reto del médico es poder sobrellevar las glorias con las derrotas, es saber diferenciar una de la otra, el desafío es mantener la calma, no perder el piso, mucho menos el norte, el gran reto es saber que pese a todo, incluso a la sensación de soledad, no estamos solos, la fuerza, la vida, Dios, el destino, el universo, en quien se guste creer, nos toma de las manos, guía nuestras acciones, ilumina nuestras mentes y nos ocupa como vehículos para trascender la vida.