Por: Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Fue el 20 de marzo a las 14:00 horas cuando oficialmente entró en vigor la cuarentena en México, bajo el nombre de “Jornada Nacional de Sana Distancia”, eran pocos los contagiados y se minimizó el riesgo que un virus nuevo podía representar para nuestra sociedad, el personal de salud se preparó, pese a las contradicciones de las autoridades nacionales e internacionales, quienes aseguraban que el uso de cubrebocas era poco efectivo, los precios de equipos de protección se empezaron a disparar, así como el de artículos de primera necesidad, que comenzaron a escasear.
Mientras unos cantaban desde sus departamentos, muchos otros no sabían que iban a hacer durante la cuarentena, las clases en línea fueron implementadas poco después del primer aplazamiento del confinamiento, el sonido de las ambulancias desgarraba el aire con más frecuencia que antes, los primeros hospitales comenzaban a colapsar, se planteó, después de hacer hincapié en que no era necesario, la reconversión hospitalaria, misma que fue ineficiente en tiempo récord.
Invariablemente el SARS-CoV2 llegó para quedarse, esta es la primera navidad que celebraremos en presencia de dicho virus, que, pese a los esfuerzos de todos los gobiernos, ha sido imposible de domar.
Puede parecer que no todo está perdido, hace dos días arribó a México el avión con el primer cargamento de vacunas, una nimiedad en comparación con el total demográfico de nuestro país, pero en esas 3 mil dosis se posa la esperanza de toda una nación que aguarda impaciente la vuelta a una normalidad que tal vez nunca regrese.
El personal de salud está cansado, el hartazgo es palpable, el equipo es deficiente, somos el país que más médicos y enfermeras ha perdido en esta crisis, si bien, cada una de las 120 mil personas es un hermano, un padre, una madre que se fue y jamás volverá, cada uno de los más de 2 mil miembros de los equipos de salud que ha perdido la vida, son también un profesional que no va a poder combatir jamás, es experiencia que se perdió para siempre, sin embargo, la sociedad parece exigir vehemente que más personas sean sacrificadas.
La decisión de tomar las medidas de precaución, es personal, ya ha quedado demostrado que, en esta lucha, personal civil, sanitario y de los cuerpos de emergencia, están solos, a su suerte, por un lado con equipos deficientes y hospitales descuidados, y por otro, con una sociedad que exige hasta la última gota de su sangre, de su aliento, de su esfuerzo, y que pese a entregar todo en los pabellones respiratorios, no es suficiente, mucho menos valorado.
No es esta la primera pandemia que nos espera, recordemos que la historia es un espiral que rima en sus peores defectos, y que nosotros solo somos polvo en el inmenso tiempo.