* Afirmó que en estos momentos de pandemia muchas personas han perdido el trabajo y algunos, aplastados por un peso insoportable, han llegado al punto de quitarse la vida
VATICANO.- El papa Francisco denunció este miércoles que el trabajo es “a menudo rehén de la injusticia social” al hablar de las víctimas de los accidentes laborales y de aquellos pagados en negro y recordó que “es un derecho y deber fundamental de la persona”, durante la audiencia general.
Francisco dedicó la catequesis a la figura de San José y su labor de carpintero: “Este dato biográfico de José y de Jesús me hace pensar en todos los trabajadores del mundo, de forma particular en aquellos que hacen trabajos duros en las minas y en ciertas fábricas”, dijo.
También recordó a “aquellos que son explotados con el trabajo en negro; las víctimas del trabajo; los niños que son obligados a trabajar y aquellos que hurgan en los vertederos en busca de algo útil para intercambiar”, y a quien está sin empleo, “los que se sienten justamente heridos en su dignidad porque no encuentran un trabajo”.
Lo que da dignidad, resaltó, no es “traer el pan a casa” sino “ganarse el pan” y añadió que “si no damos a la gente la capacidad de ganarse el pan es una injusticia social”.
“Muchos jóvenes, muchos padres y muchas madres viven el drama de no tener un trabajo que les permita vivir serenamente. Y muchas veces la búsqueda se vuelve tan dramática que les lleva hasta el punto de perder toda esperanza y deseo de vida”, destacó Francisco.
Afirmó que en estos momentos de pandemia “muchas personas han perdido el trabajo y algunos, aplastados por un peso insoportable, han llegado al punto de quitarse la vida” y pidió a los fieles reunidos en el aula Pablo VI un momento de silencio “por estos hombres y mujeres desesperados porque no encuentran trabajo”.
Y entonces lamentó que “no se tiene lo suficientemente en cuenta el hecho de que el trabajo es un componente esencial en la vida humana, y también en el camino de santificación” y que “lamentablemente el trabajo es a menudo rehén de la injusticia social y, más que ser un medio de humanización, se convierte en una periferia existencial”.
También pidió a la Iglesia que contribuya para que el trabajo “sea rescatado de la lógica del mero beneficio y pueda ser vivido como derecho y deber fundamental de la persona, que expresa e incrementa su dignidad”.
Con información de EFE