Por Nancy LUNA
CHOLULA.- El origen de la palabra lápiz es una voz latina, de lapis= piedra, que se dijo “lápiz” a partir del XVIII. Los clásicos, como el poeta cordobés Luis de Góngora todavía escribían “lapis”, que a España llegó como italianismo en el lenguaje del ámbito de la pintura, tomando a la vez el significado de barrita de grafito u otra sustancia mineral.
Durante la Edad Media el papel se marcaba con tinta utilizando una especie de brocha llamada penicillum = pincel, estilo. El lápiz no fue utilizado antes del siglo XVI por la poderosa razón de que no se había inventado todavía.
Uno de los primeros en hacerlo fue el pintor y grabador alemán Alberto Durero (en alemán Albrecht Dürer) en el primer tercio del siglo XVI.
Se trataba de una barrita de plomo y cierta aleación de estaño llamada punta de plata, cuya marca se borraba con miga de pan.
El primero en describir un útil de escritura que utilizara el grafito enfundado en una envoltura de madera fue el alemán Conrad von Gesner.
Un año antes, en 1564, tuvo lugar el hallazgo de una mina de grafito puro en Borrowdale, región inglesa de Cumberland. Parece que el hallazgo fue casual al arrancar de raíz una tormenta un roble gigante. Al principio se pensó que aquella sustancia era una clase de plomo, y se le llamó plomo negro o plumbago.
Konrad von Gesner fue el primero en describirlo correctamente y en llamarlo stimmi anglicanum = antimonio inglés. Posteriormente llamado grafito en 1789: del griego grafein = escribir, término inventado por Abraham G.Werner.
Se sabía ya desde 1775 que el grafito se trataba de una clase de carbón. Al principio, aquel plomo negro de Borrowdale, como lo llamaban, se usó en trozos llamados marcapiedras.
Más tarde se le fue dando forma hasta conseguir una barrita manejable que se envolvía en cuerda que se desenrollaba según se iba gastando: no se le sacaba punta, como ahora.
En el XVIII ya existían lápices que escribían en rojo por un extremo y en azul por otro. Tras las innovaciones introducidas la demanda se disparó y se extendió su uso. Los lápices de Conté y Hardtmuth eran más logrados que los producidos por la familia Faber, en Alemania, iniciadora de la saga de fabricantes Faber- Castell, con cerca de dos siglos de antigüedad.
Los Faber utilizaban grafito de las minas de Núremberg, en Baviera. Su fundador, J. L. Von Faber, y asociados introdujeron importantes ventajas y mejoras en el lápiz, pero seguían fallando. Eran demasiado duros, al ser sus minas de grafito puro, mientras que Conté y Hardtmuth empleaban una materia más blanda y grasa, debido a la mezcla utilizada.
El procedimiento del lápiz francés y el lápiz austriaco era sencillo. El grafito molido y la arcilla formaban una pasta que se disponía en barritas finas llamadas minas.
No fue hasta el 1795 cuando el general Nicholas Jacques Conté descubrió que mezclando polvo de grafito y arcilla y pasándolo por un proceso de cocción se obtenían unas barras de grafito más resistentes.