El lado oscuro de la política

Por Alejandro MARIO FONSECA

CHOLULA.- Últimamente me ha dado por aprovechar las fiestas decembrinas para darme el lujo de releer. Si, de volver a disfrutar de alguna novela (o cuento o poesía, en suma de ficción) que me haya gustado mucho.

Y ahora caigo en que casi siempre que releo algo, resultan ser cuentos. Y mi preferidos son los de los de Poe y Lovecraft; pero también los de los argentinos Cortázar, Borges y Bioy Casares. ¿Por qué cuentos? Pues porque se leen rápido de principio a fin y eso hace que se disfruten más.

Y es que como dice Víctor Mandrago: “El cuento es carne magra, sabrosa de punta a punta, calculada para saciar el apetito de cualquiera en una sentada y de la que por fuerza no debe sobrar en el plato ningún desperdicio”.

Pero al grano, en diciembre entre otras cosas releí los cuentos de Adolfo Bioy Casares que publicó Tusquets en 1991 bajo el título de Una muñeca rusa. Se trata de 20 cuentos cortos y el que quiero comentarle es el que se llama Catón. Una de esas joyas ocultas que tiene la literatura argentina.

Además de su excelente sincronización, sus ironías y el gran oficio literario aplicado, el cuento se destaca porque toca un tema poco abordado por la literatura clásica en general: la relación entre la política y el arte.

 Y lo más importante: nos muestra el lado oscuro de la política. La ignorancia y las redes de Internet están amenazando la raquítica democracia en la que vivimos. En seguida me explico.

Catón

Carente totalmente de elementos fantásticos el relato nos cuenta la historia de un actor olvidado y subvalorado, Jorge Davel, quien casi por casualidad se encuentra interpretando una obra de teatro, Catón, con tan buen oficio, que rápidamente se vuelven un actor y una obra de culto para los miembros de un movimiento político revolucionario no individualizado (un acierto del autor que le da universalidad al cuento).

Davel es simplemente un actor, que no entiende ni quiere participar en movimientos políticos y que se desentiende de las indirectas y directas que le plantean sus nuevos «seguidores».

La cuestión es que dicho movimiento logra su ansiada revolución. Cambiando el clima político, Davel vuelve a caer en el olvido, pero rechaza la actividad política. El sólo quiere actuar. Y finalmente vuelve a ser Catón, el mismo personaje, la misma obra. Pero es otro momento, los otrora revolucionarios ahora son un régimen burocrático y ven en Davel y Catón una amenaza al nuevo orden. Finalmente, como es previsible, todo concluye en una escalada de violencia y un final no carente de cierta épica, digno de todo el relato.

El resumen del cuento lo tomé de la redes de Internet, de un sitio argentino que se llama La ruina circular. Ahí el autor concluye en que  es un acierto que Bioy no individualice el movimiento político, porque la historia siempre quiere repetirse: Hoy, por ejemplo, tenemos un movimiento revolucionario que no revolucionó nada, formado por revolucionarios que nunca terminaron de orientarse y además están viejos y aburguesados, lo que los convierte en patéticos.

Y sí, estimado lector la política argentina después de la dictadura no deja lugar a dudas, con muchos Davel invertidos, Argentina está hoy día dominada por demagogos  que no saben actuar pero sí prenderse del Estado y tomar cualquier cargo o subsidio que pase cerca.

El futuro de la 4 T de AMLO

Y yo me pregunto ¿será lo mismo que estamos por vivir los mexicanos cuando la 4 T de AMLO concluya? ¿Qué nos espera después de dos o tres sexenios morenistas? ¿Ya viejos y aburguesados sus líderes seguirán pretendiendo que nos creamos el truco gastado de que un régimen puede combatir al poder desde un poder cada vez más absoluto?

La pregunta que acabo de plantear seguramente encantará a no pocos seguidores de políticos y empresarios damnificados del tsunami obradorista, de aquellos enganchados a la corrupción del viejo ogro filantrópico que aún sigue vivo, agazapado, esperando cualquier oportunidad de regresar al poder.

Ahí está de nuevo la ya vieja alianza PRI-PAN-PRD sin ideología y sin ningún plan y sin candidato presentable a la vista, apostándole a las mentiras engarzadas en verdades a medias, construyendo un discurso facilón, burlón y escandaloso. Y sí, el peligro es real ahí están Trump y Bolsonaro que hicieron lo mismo aprovechando “el lado oscuro de las redes sociales” como dice Jorge Zepeda Paterson.

Pero “gracias a Dios” México no es Argentina y el Presidente López Obrador está muy lejos de la irresponsabilidad. Sí, habla mucho, demasiado. Pero también hace muchas cosas y al final de su sexenio, seguramente el saldo será positivo.

El problema es quién lo va a suceder. Veo a la Sheinbaum muy a la izquierda y a Adán Augusto improvisado. Me gustaría que los finalistas fueran Marcelo y Monreal, se ven mucho más capaces centrados, como para continuar con algo que apenas empieza.