El infierno de la 4 T

* Realmente no lo ve Andrés Manuel López Obrador en vida

Por Jorge GÓMEZ CARRANCO

CHOLULA.- El gobierno debe darnos una explicación de que es lo que realmente entiende por el narcotráfico y por otro lado que comprende por crimen organizado, una vez que den una explicación de estos dos temas están obligados a decir la estrategia que tiene para que México tenga un país de paz donde ya no se derrame sangre en la lucha por el territorio y el poder de estos dos grupos delictivos.

Para nadie es novedad saber que las relaciones entre los estados y los grupos de narcotraficantes, así como los del crimen organizado son inestables, desde hace décadas es sabido que estas relaciones dependen de múltiples factores, tanto internos como externos.

Estas acciones violentas perpetradas por el Cartel de Jalisco Nueva Generación en la ciudad de México y en el país no son un caso extraordinario, ni mucho menos aislado, tampoco es ajeno a la política de combate implementada por el régimen de la cuarta transformación contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Si hacemos un recuentro de la relación del país y estos grupos de poder económico, armamentístico y de negocio corporativo y clientelar de manera ilícita, o nos vamos en la tercera década del siglo pasado más o menos hasta mediados de los años ochenta, estos vínculos de narcotraficantes con la burocracia, políticos y cuerpos policiales ha sido contante, la existencia de una plaza, su mantenimiento y función operativa dependía de la protección de una autoridad capaz de usar la violencia y el terror contra los opositores y traidores.

Las plazas del narcotráfico no podrían existir sin la complicidad de autoridades de varios niveles, tanto municipales, estatales y federales. Seamos realistas los capos no solo corrompieron los cuerpos policiales o los cuerpos militares, o políticos o los mismos funcionarios públicos, pues considero se trata de un sistema de estrategias y cálculos básicos para que los cárteles de droga existan y para que el Estado siga manteniendo la coerción a través del monopolio del uso legítimo de la fuerza, la cual sería vertida contra un conjunto de actores cada vez más violentos por la defensa de sus intereses privados.

El narcotráfico tiene un gran alto nivel de politización, en la década de los noventas con la descentralización y desregulación del Estado en materia de seguridad, el crimen organizado procuro la protección con la libre producción, comercialización de estupefacientes, llamando la atención de la burocracia, jefes policiales, procuradores y fuerzas armadas, los cuales brindaron sin pensarlo el apoyo y protección volviéndose así un mecanismo indirecto de control, no sólo de los grupos de narcotraficantes, sino también de los espacios geográficos medulares para la producción y el tráfico de sustancias ilícitas que dejan ganancias a ambas partes; pues la venta de protección y la compra de favores son la base de la impunidad recíproca en esta relación tensa y ambigua, en otras palabras el Estado optó por mantener el control del narco de manera fragmentada, el narcotráfico aprendió a subsistir sin la centralidad del control estatal.

El estado en definitiva perdió el control social y administrativo con las olas de violencia pública y mediática, prueba de ello el horror y los ajusticiamientos y la desaparición de personas, este fenómeno únicamente se les ha atribuido a los grupos del narcotráfico y el crimen organizado lavándose las manos el Estado, cuando está bien coludido con estos grupos sangrientos.

La cuarta transformación heredó un conflicto que ha tratado de ser manejado con la cautela propia de un estado que se presume fuerte con abrazos y no balazos y muchos pedimos que nos expliquen que entienden por narcotráfico y crimen organizado y nos evidencie cuál es su estrategia real no vacilada para poder alcanzar la paz anhelada por muchas familias mexicanas. Les recodamos a los MORENISTAS y al gobierno federal que el narco no es un ente emocional, al que basta con concientizar e invitar a que actúe con prudencia, mesura, a portarse bien.