Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- Cuando el capo de tuti capi Carlos Salinas de Gortari llegó al poder en México, por allá a mediados de los años 80, ya habían arribado a nuestro país, y con mucha fuerza, las ideas neoliberales fomentadas por Harvard, Yale, MIT y demás universidades de “vanguardia”.
La modernización que proponían era algo así como la aplicación rápida y masiva de ciencia y tecnología a las distintas esferas de la sociedad. Pero nunca nos dijeron que para que eso sucediera, se requería de un país medianamente educado y con una clase media pujante, ni tampoco que se requerirían gobernantes honrados.
Al principio, algunos como yo, jóvenes aún, que no nos habíamos dado cuenta del engaño, nos tragamos la píldora; pero más temprano que tarde vimos que no se trataba de otra casa, más que de la doctrina del Shock, de la que ya he hablado en esta columna muy ampliamente.
Lo que sucedió fue que el Estado de Bienestar “a la mexicana” fue desmantelado poco a poco. Vendieron todo lo que pudieron. Sólo les faltaron las escuelas y los servicios de salud para pobres. Claro, hubiera sido demasiado. Ah, también les faltó vender PEMEX.
Zedillo y los panistas Fox y Calderón continuaron con la consigna y casi lo lograron: se confiaron y se dedicaron, apoyados por sus redes de complicidad y corrupción, al abuso total y despiadado.
Pero nunca se imaginaron que un humilde tabasqueño, Andrés Manuel López Obrador, con su perseverancia y colmillo político, aprovechara el descontrol al que conducen la avaricia y la soberbia, y así llegara al poder presidencial.
AMLO no es un ángel
Peña Nieto intentó darle, a aquel Estado de Bienestar, el puntillazo mortal con un sexenio de escándalos, cuyos ecos todavía padecemos. Le puso la mesa a AMLO, que ahora sí, después de varios fracasos, arribó al poder presidencial.
Sin embargo, aunque muchos no lo crean, nuestro Presidente no es un ángel, es un ser humano, educado en aquel México que ahora añoramos, el país de los años 50 y 60, el de Ortiz Rubio administrando la hacienda, el de Torres Bodet en la Secretaría de Educación y de muchos otros grandes mexicanos.
Definitivamente AMLO no es un ángel, simplemente está empecinado en retomar el rumbo; y como muchos, yo también estoy de acuerdo. Sin embargo el camino no es sencillo, está lleno de trampas y además le gana la demagogia. Y me pregunto ¿qué clase de político es AMLO? En seguida me explico.
Los que conciben al diablo como partidario del mal y al ángel como combatiente del bien, aceptan la demagogia de los ángeles. La cuestión es evidentemente más compleja.
Los ángeles no son partidarios del bien, sino de la creación divina. El diablo es, por el contrario, aquel que le niega al mundo toda significación racional. La dominación del mundo, como se sabe, es compartida por ángeles y diablos.
Sin embargo, el bien del mundo no requiere que los ángeles lleven ventaja sobre los diablos (como creía yo de niño), sino que los poderes de ambos estén más o menos equilibrados. Si hay en el mundo demasiado sentido indiscutible (el gobierno de los ángeles), el hombre sucumbe bajo su peso.
Si el mundo pierde completamente su sentido (el gobierno de los diablos), tampoco se puede vivir en él.
El gobierno de los diablos
Esta es la idea de la política expresada por el gran escritor checoslovaco Milan Kundera en El libro de la risa y del olvido. Curiosamente es la misma concepción que consciente o inconscientemente, ha permitió -primero a los liberales triunfantes de la República Restaurada de Benito Juárez, después a la alianza oligárquica del Porfiriato, y finalmente a la plutocracia que nos gobernó desde los años 40 hasta el gobierno de Peña Nieto, mantener la estabilidad política en México y usufructuar sus riquezas naturales y el trabajo de sus habitantes.
La coincidencia con Kundera no es casual, Checoslovaquia bajo la égida del despotismo totalitario soviético padeció una burocracia ideológica (ideocracia) muy parecida a la mexicana.
Se trató del equilibrio entre las élites (ángeles y diablos) sostenida por una ideología: la ideología de la modernización mexicana. Es decir, la gran coartada ideológica, primero de los liberales, después de los positivistas y finalmente de los caudillos triunfantes de la Revolución, ha sido siempre la misma, la de hacer moderno a México. Fox, Calderón y Peña Nieto la llevaron hasta sus últimas consecuencias
El problema querido lector es que hace veinte años, desde el surgimiento de la débil democracia en que vivimos, el equilibrio entre las élites se fracturó porque los diablos se volvieron muy voraces, parecía que querían exterminar por completo a los ángeles y quedarse con todo.
Además el contrapeso ideológico de la modernización, la gran promesa de convertir a México en una nación moderna, por más pactos, reformas y decálogos que se expedían y publicaban, ya no surtían el mismo efecto hipnótico que en el pasado.
El gobierno de AMLO empieza a desgastarse
AMLO ya está a la mitad de su mandato y sus logros, aun cuando son importantes, no se notan mucho. Tiene muchos enemigos poderosos y, para acabarla de amolar, no pocos de sus correligionarios trabajan en su contra.
Las pasadas elecciones intermedias mostraron claramente que el partido de AMLO, Morena, está infestado de toda clase de alimañas priistas, perredistas y demás, que lo único que les interesa es su beneficio personal.
Y ya en la desesperación mediática, vino la consulta popular que vivimos el domingo pasado. Varios analistas lo veíamos venir, no me gusta del todo haber tenido la razón, pero la consulta popular para enjuiciar a los expresidentes neoliberales, resultó todo un fiasco.
Sí lo que quería el Presidente era medir fuerzas con la “prensa conservadora”, lo logró y le fue muy mal. La votación pírrica del 8% del padrón electoral es un duro golpe a la demagogia presidencial: consiguió todo menos apoyo popular.
Pero hay otra hipótesis, que aun siendo descabellada explica el desaguisado. Se la escuché a un morenista de esos de hueso colorado, me dijo: todo fue planeado, de eso se trataba, ahora el culpable, el nuevo chivo expiatorio, es el Instituto Nacional Electoral, que hizo lo que ya sabíamos lo que haría, boicotear la consulta.
Así que amable lector, a la lista de expresidentes neoliberales hay que añadir a un nuevo chivo expiatorio, a Lorenzo Córdova.