“El Gato”, sátira del capitalismo

 

Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN 

CHOLULA.- Japón se mantuvo hermético a influencias extranjeras hasta bien entrado el siglo XIX; podemos decir que el curso que el arte siguió ahí hasta entonces fue paralelo al de occidente. La apertura comenzó en la era Meiji y la asimilación de obras europeas fue inmensa e intensa. Natzume Soseki fue el paradigma de esa integración cultural: erudito en literatura occidental fue al mismo tiempo, conocedor profundo del arte de su país; este escritor de haikús sintetizó la polémica la renovación y la conservación de la tradición, su apego  la cotidiano con “micro-relatos” humorísticos es rico en caracteres psicológicos y extraordinarias descripciones físicas. En su narrativa no hay caminos brusco violentos, o inesperados, sino una calma gradual una fijación por el detalle con filo irónico y sagaz sátira.

Soseki se inició como crítico, poeta y colaborador en revistas literarias; fue gracias a estos trabajos que concibió su novela más insigne: Yo, El Gato; publicada en la revista de vanguardia Hototogisu en 1905. En pocas palabras, se trata de una sátira social de un Japón cambiante, convulso y moderno, aunque sus referencias no son exclusivas de país del sol naciente; en no pocos pasajes se hallan referencias de la vieja Europa. Sus personajes aparecen bajo la mirada crítica de un gasto anónimo testigo mudo que, con su silencio y su mirada cristalina y ávida, inquieta a los seres humanos en México Juan García Ponce nos regaló un relato erótico bajo este prisma: el gato como Voyeur, este peludo protagonista es sabio y psicólogo a la vez. Los personajes de Soseki son juzgados despiadadamente por el gato; por ejemplo su dueño es un profesor con aspiraciones intelectuales fallidas. Frustrado antisocialmente, llena su diario con duras lamentaciones a pesar de sentir aprecio y gratitud pro este señor soso, se expresa de él con un dejo de agria conmiseración.

El humorismo cede paso a lo patético y de este a la reflexión. Es una novela, pero luce como un ensayo; nutridas opiniones personales, cultas e irónicas, se ríe de la nula solidaridad humana; viviendo como vivo entre humanos, he de decir que cuanto más los observamos, más obligado me siento a constatar su egoísmo “El Retrato no es esperanzador”, el ser humano es un ser mezquino, ruin; si en algunas ocasiones, derrama lágrimas, es para cumplir con exigencias sociales y con algunas normas, como cuando se pagan impuestos.

El tono tiende a acentuar estos rasgos ásperos de la humanidad, quizás por ello el narrador, el gato, ensalza su compasión, ternura y amor, el felino denuncia la chapucería de hombres y mujeres que hacen el bien a otros, solo como un cálculo para obtener algo en lo individual.

¿El Arribo de la modernidad en Japón, trajo como consecuencia un hombre que resulta incapaz de sentir misericordia? El capitalismo engendra un hombre en raizado al consumo, al negocio. El autor Natsume Soseki es diáfano al respecto; en palabras de un personaje, el profesor Kushami advierte: “He de confesarte que, desde mis días de estudiante, no he sentido ninguna simpatía por los hombres de negocios. No hacen nada si no hay dinero de por medio. A mi entender, son lo que se solía llamar antiguamente, en los buenos tiempos, la escoria de la sociedad”. Y en otro lado se expresa categórico: Si el dinero, la autoridad o el intelecto pudieran comparar los corazones de la gente, las personas más queridas serían los prestamistas, los policías o los profesores de universidad. “En varios pasajes vuelve al ataque contra la fanfarronería; En definitiva existen hombres mejores que otros; los humildes, por ejemplo”.

Estamos ante una obra a ratos costumbristas pero con reflexiones sobre la naturaleza, el arte (pintura), la literatura (escritos japoneses y occidentales), la comida, el teatro, la música y la historia (son frecuentes los pasajes sobre la guerra ruso-japonesa). Las opiniones sobre el dios cristiano son fascinantes y crítica su omnipotencia y omnipresencia. En fin, la cultura parece un medio para la salvación de una sociedad materialista y absurda. Es una obra social, una confrontación con la naturaleza humana en tiempos del auge capitalista, un escarnio par os “sabiondos” y los petulantes de su cultura e inteligencia, a los que describe grotescos y ridículos. El pueblo narrador no deja de sentir compasión, en tanto trama una próxima conquista de los gatos sobre el mundo.

Benévolo lector, algunos versos de Aída Cartagena Portalatín. Nació en Moca, República Dominicana, el 18 de junio de 1918. Poetisa, narradora y ensayista. Doctorada en humanidades en la universidad de Santo Domingo. También realizó estudios de posgrado e museografía y teoría de las artes plásticas en la universidad de Paris.

Sedme capaz

sedme capaz de abrazar la tierra

sedme capaz de llegar a los hombres

sedme capaz de que me escuchen

sedme capaz de hablarles de la paz

sedme capaz de enterrar la guerra

donde todo es sumado restado o dividido

hasta que el corazón se desespera

se alarga y se convierte en

la muerte de la tierra si la luz

cuando la ora mitad consciente en proyectar

sus ojos de fuego a ortos rincones.

Dedicado al compañero, al amigo, al hermano Bernardo Zempoaltecatl Mendoza.