El Extintor

Por Nancy LUNA SORCIA

CHOLULA.- La historia del extintor nos demuestra, que es un elemento que ha salvado millones de vidas. En la Antigüedad era muy difícil apagar los incendios, y había muchas víctimas, algo que cambió con este ingenio.

Antiguamente los incendios siempre se apagaron con agua acarreada con cubas, herradas o pozos que se echaba sobre las llamas. También hay indicios de que en la Antigüedad se utilizara tierra para sofocar el fuego.

Incluso se sabe que se batía o golpeaba en el lugar del incendio con palos y ramas: era lo que dictaba el sentido común ayudado por la experiencia. No se recurrió a medios extraordinarios, a recursos científicos hasta relativamente tarde.

El primer modelo práctico de extintor data del año 1816 gracias al capitán e inventor británico William George Manby (1775-1854). Dio a conocer su artilugio: un artefacto consistente en un depósito de cobre que podía lanzar doce litros de agua. Agua que estaba contenida en el recipiente cilíndrico cargado de tres partes del agua, y una de aire comprimido alojado en el mismo reservorio.

El extintor en cuestión estaba dotado de válvula y surtidor cuyo tubo llegaba casi hasta el fondo. En el depósito se introducía doce litros de agua y el resto, hasta los quince de capacidad, se llenaba de aire comprimido mediante una bomba. Tras esta operación se cerraba la válvula y se desconectaba la bomba: así, cuando se volvía a abrir el agua era forzada a salir a chorros por la acción del aire comprimido.

El primer extintor de la historia era bastante pesado y se llevaba a la espalda con tirantes. William G. Manby dispuso que hubiera también carretillas con seis de estos extintores siempre preparadas a fin de poder suministrar material suficiente en las emergencias.

El ingenioso militar británico había observado en 1813 cómo los bomberos de la escocesa ciudad de Edimburgo no habían conseguido extinguir un incendio porque no contaban con mangueras capaces de llegar a un quinto piso. Fue entonces cuando pensó en la conveniencia de un extintor portátil, aunque en su caso no fuera mucho más útil que un par de cubos de agua.

Hoy, todos estamos habituados a ver en edificios públicos, hoteles, teatros o salas de cine extintores preventivos (aspersaores) ubicados en el techo. Por lo general en los orificios de salida del aspersor hay una espita que se mantiene cerrada por un tope de metal. Se funde a cierta temperatura dejando entonces pasar el agua que inunda el recinto apagando así un incendio en cierne.