Por Nancy LUNA
CHOLULA.- En el siglo XIX el investigador S. Krafft había detectado en sustancias no grasas ciertas propiedades jabonosas, hallazgo que sirvió al norteamericano Twitchell y al químico belga A. Reychler para hallar el camino que conducía a la meta buscada: un detergente que pudiera remplazar al jabón, incluso con más ventajas.
La solución parecía cercana en 1913. A. Reychler dejó en su diario estas observaciones alusivas a sus hallazgos: “Los alcalosulfonatos de cadena larga resultan más estables que el mismo jabón en situaciones ácidas”.
Era evidente para A. Reychler que un limpiador químico limpia con mayor profundidad que el jabón, ya que contiene moléculas con grupos hidrófilos e hidrófobos que atraen y al mismo tiempo rechazan el agua. Pero era un producto de costosa obtención, acaso demasiado caro para que su fabricación se afrontara de forma industrial.
El primer detergente sintético fue inventado en Alemania en 1916, pero era muy flojo, ya que, aunque permitía que el agua penetrara a través de la fibra no eliminaba las manchas. El producto fue hallado durante el bloqueo al que Alemania estuvo sometida durante la Gran Guerra.
Al carecerse de materias primas y ante la escasez de grasas naturales para hacer jabón se recurrió al uso de otras materias, dando como resultado el hallazgo del HEKAL, producto que aunque malo, paliaba los estragos de la escasez de jabón. Pero tenía algunos inconvenientes como que dificultaba mucho el planchado de la ropa.
Evolución del detergente
El detergente tal y como lo conocemos en la actualidad se inventó en el año 1930. Se buscaba un detergente de calidad y se consiguió mediante la adición de fosfatos al ya existente, y el empleo de derivados del petróleo.
De aquella generación pionera del detergente, el más antiguo todavía en el mercado parece que es Lux en escamas, creado por la inglesa Unilever en 1921; tras él vinieron Vim, Persil, Omo, Skip. Y el curioso “detergente glotón”: Ariel, creado en 1968. El primer detergente líquido tardaría quince años en aparecer.
El origen de la palabra detergente es latino, de tergere= limpiar, y comenzó a emplearse para abarcar una extensa gama de productos aparecidos entre los años finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.