Por Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- El sueño dorado desde que entramos a la Facultad de Medicina es la residencia médica, 3 o 4 años que culminan con el titulo de especialista, sin embargo, el sistema educativo vuelve sombrío un camino ya de por si atizado por dudas y presiones, lo que muchas veces desemboca en la deserción, y en el peor de los casos, el suicidio.
La carrera de medicina es la más larga actualmente ofertada, 5 años en las aulas de la facultad, con horarios dispersos, 3 semestres en práctica profesional, malabareando las clases con el hospital, 1 año de internado de pregrado, el primer acercamiento a los turnos de 36 horas, que algunas veces es en hospitales alejados de casa, finalmente la formación como médico de primer contacto culmina con un año de servicio social, donde más del 90% lo realizan en comunidades alejadas de cualquier centro urbano, muchos compañeros no regresan a titularse, pues son asesinados mientras realizan la pasantía.
Ser médico general en nuestro país equivale muchas veces a prostituirse con las farmacias, brindando orientaciones gratuitas, colocando medicamentos sin justificación y prescribiendo recetas con montos mínimos, quebrantando así la ética que debería caracterizar a nuestro gremio.
Realizar un examen con errores de redacción, muchas veces carente de lógica, peleando por una de las pocas plazas con más de 30,000 sustentantes resulta en una carga psicológica, emocional y anímica excesiva para cualquier persona, no así para nosotros, que, pese a la derrota, firmemente el siguiente año intentamos brincar por ese aro en llamas, buscando la gloria.
Pero la gloria no es dulce una vez que se ingresa al sistema de residencias médicas, de prostituirse con una farmacia, uno debe ir a venderse a la sede donde desea convertirse en especialista, las entrevistas son excesivas, los mejores centros médicos aceptan sólo a la crema y nata, los palancazos son evidentes en muchas ocasiones y ni con las mejores medias y los tacones más brillantes, se puede acceder a esos nosocomios, una vez ingresado al hospital, los turnos de 36 o más horas vuelven a ser parte habitual durante el primer año, amorosos castigos que aseguran forjan el carácter del especialista son aplicados con irónicas sonrisas, donde de nada sirve denunciar en la jefatura de servicio o de enseñanza, pues muchas veces de nada sirve.
Si bien el sistema médico educativo sigue un modelo tradicionalista, jerárquico, donde nadie debe cuestionar al médico titular, hoy en día dicha visión debe evolucionar hacia un sistema abierto, donde los castigos sean suprimidos, y la enseñanza basada en evidencias sea impartida de manera constante, corresponde a las nuevas generaciones de residentes comenzar a limpiar la podredumbre del sistema, para así poder cristalizar el anhelado sueño.
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