Editorial Por Mario SALAMANCA RODRÍGUEZ La toma de Jericó

CHOLULA.- Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel, nadie entraba ni salía, más Jehová dijo a Josué: Mira yo he entregado en tú mano a Jericó y  a su rey, con sus varones de guerra; rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres d guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez más; y esto haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas, y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigas el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo cada uno derecho hacia delante. Llamando, pues, Josué hijo de Nun a los sacerdotes, les dijo: Llevad el arca del pacto, y siete sacerdotes llevando bocinas de cuerno de carnero delante del arca de Jehová. Y dijo al pueblo: Pasada, y rodead la ciudad; y los que están armados pasaran delante del arca de Jehová, y así que Josué hubo hablado al pueblo, los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, pasaron delante del arca de Jehová, y tocaron las bocinas; y el arca del pueblo de Jehová los seguían, y los hombres armados iban delante de los sacerdotes que tocaban las bocinas, y la retaguardia iba tras el arca, mientras las bocinas sonaban continuamente. Y Josué mando al pueblo, diciendo. Vosotros no guardaréis, ni se oirá vuestra voz, ni saldrá palabra de vuestra boca, hasta el día yo os diga: Gritad, entonces gritareis. Así que él hizo que el arca de Jehová diera una vuelta alrededor de la ciudad, y volvieron luego al campamento, y allí pasaron la noche. Y Josué se levantó de mañana, y los sacerdotes tomaron el arca de Jehová, y los siete sacerdotes, llevando las siete bocinas de cuerno de carnero, fueron delante del arca de Jehová, andando siempre y tocando las bocinas, y los hombres armados iban delante de ellos, y la retaguardia iba tras el arca de Jehová mientras las bocinas tocaban continuamente. Así dieron otra vuelta a la ciudad el segundo día, y volvieron al campamento, y de esta manera hicieron durante seis días, al séptimo día se levantaron al de3spuntar el alba y dieron vuelta a la ciudad de la misma manera siete veces; solamente este día dieron vuelta alrededor  de ella sietes veces. Y cuando sacerdotes tocaron las bocinas la séptima vez, Josué dijo al pueblo: Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad, y será la ciudad anatema a Jehová con todas las cosas que están en ella. Solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que están en casa con ella, por cuanto escondió a los mensajeros que enviamos; pero vosotros guardaos del anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que hagáis anatema al campamento de Israel, y lo turéis. Más toda la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro, sean consagrados a Jehová, y entren en el tesoro de Jehová. Entonces el pueblo grito y los sacerdotes tocaron las bocinas y aconteció que cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia delante, y tomaron, y destruyeron a filo de espada todo lo que en la ciudad había; hombres, mujeres, jóvenes y viejos, hasta los bueyes, las ovejas, y los asnos. Más Josué dijo a los hombres que habían reconocido la tierra; Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allí a la mujer y a todo loe fuere suyo como lo jurasteis. Y los espías entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que era suyo, y también sacaron a toda su parentela, y los pusieron fuera del campamento, de Israel y consumieron con fuego la ciudad y todo lo que en ella había, solamente pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata y el oro, y los utensilios de bronce y de hierro. Más Josué salvó la vida de Rahab, la ramera, y a la c asa de su padre, y todo lo que ella tenía, y habitó ella y entre los israelitas hasta hoy, por cuanto escondió a los mensajeros que Josué había enviado a reconocer a Jericó delante de Jehová el hombre que se levantaré y reedificare esta ciudad de Jericó, sobre su primogénito eche los cimientos de ella, y sobre su hijo menor, asiente sus puertas. Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra.