Mictlantecuhtli, mito del dios de la muerte
CHOLULA.- Mictlantecuhtli es el señor del inframundo, para la cosmovisión mexica él reinaba sobre los muertos del Mictlán junto con su esposa Mictecaccíhuatl. Esta pareja gobernaba los nueve ríos subterráneos por donde se dirigían las almas de los difuntos. El Dios tenía la finalidad de cuidar y vigilar todos los huesos de los muertos; mientras la señora del Mictlán era la encargada de presidir los festivales. La representación de Mictlantecuhtli era como un esqueleto humano con una calavera que poseía muchos dientes, su pelo era muy encrespado de color negro. Sus ojos eran enormes cuencos estelares en ellos reflejaba todo su poder y control sobre la oscuridad y se le representa con las fauces abiertas para recibir las estrellas que descienden a él durante el día. Los hombres y mujeres al morir por causas naturales eran guiados por estos dioses, pero para llegar a ellos las almas tenían que pasar por múltiples pruebas las almas tenían que atravesar difíciles lugares, como desiertos, enormes colinas, y enfrentar a un gran cocodrilo llamado Xochitonal, a su vez tenían que cruzar huracanes y cruzar el primer río de los nueve que se encuentran dentro del inframundo, ayudados por un perro Xoloitzcuintle. Pero es cuando el alma logra cruzar todos estos caminos y llega ante Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl; quienes por ser unas deidades que tenía poca influencia en la vida de los vivos no existía un verdadero culto a estos Dioses. Sin embargo, existen representaciones en códices y esculturas de la pareja del inframundo. Entre los rituales dedicados a ellos estaba el sacrificio anual de una persona en su honor, en el mes de Tititl. O en el calendario mexica era el dios que regía el décimo día del mes y de la quinta hora nocturna. El señor del inframundo Mictlantecuhtli es mencionado en la leyenda de los primeros humanos, una de las pocas en las que aparece. Quetzalcóatl y su hermano Xólotl descendieron al inframundo para conseguir los huesos de los difuntos que murieron en el diluvio del cuarto Sol. Al enterarse Mictlantecuhtli envió a unas codornices en su persecución y consiguió que Quetzalcóatl perdiera los huesos que al caer al suelo se rompieron en mil pedazos. En ese preciso instante, Cihuacóatl recogió esos restos y los trituró en un mortero de jade, los mezcló con la semen de Quetzalcóatl y crearon a los primeros humanos del quinto Sol.
En cuanto a los animales a los que se le relacionaba era las arañas por poseer muchas de ellas dentro de su cuerpo esquelético. También al ciempiés, el alacrán y el búho o el murciélago eran aves representativas de esa deidad. Y así se presenta en los textos: La vida no puede existir sin la muerte, por eso estoy aquí. Mi nombre es Mictlantecuhtli y dentro de la mitología mexica soy el señor de la oscuridad. En mi reino, llamado el Mictlán, acojo a todos los humanos que mueren de forma natural. Fui creado por los dioses Huitzilopochtli y Quetzalcóatl en el Omeyocan, un lugar equivalente al cielo. Ellos pensaron que para valorar la vida, había que crear al dios de la muerte. ¿Cómo se puede amar la luz sin conocer la sombra? Por eso, sólo por eso estoy aquí. Minombre se pronuncia en náhuatl. Está compuesto por dos palabras: Mictlán, mansión de los muertos y Tecutli, señor. Y se traduce como “el señor de la mansión de los muertos”. Soy quien rige sobre la muerte de los seres humanos, pero a su vez soy dador de vida. ¿Por qué? Un día Quetzalcóatl bajó al inframundo y depositó su semen sobre unos huesos molidos que dieron vida al hombre. Desde entonces custodio esos restos y todos me relacionan con la semilla de la vida. En algunos códices fui representado precediendo nacimiento y decepción. Algunos antropólogos lo han planteado como la vida y la muerte en una unidad. En Mesoamérica, un territorio que fue tan inmerso, hubo varios dialectos. Por eso fui nombrado de diferentes formas, entre ellas: Ixtupec, que significa rostro quebrado; Sextepehua, esparcidor de cenizas y Tzontemoc, el que baja de cabeza.
¿Cómo es esto de bajar la cabeza? El Mictlán se encuentra debajo de la tierra y para accederlo las personas tienen que desplazarse hacia abajo y la forma más rápida es arrojarse de cabeza. Cuando los españoles llegaron a nuestra tierra aparecieron misioneros que tradujeron al Mictlán como infierno y mi nombre como el diablo. Sólo podían imaginarse el mundo a través de su religión, pero éste fue su gran error. El Mictlán no es un lugar de tinieblas, ni un lugar de castigo, simplemente es la morada de los muertos, de los descarnados. Incluso, cuando el Sol desaparece en el horizonte se dirige a mi hogar y es cuando los muertos se levantan de su sueño. Les cuento que mi reino tiene nueve niveles. Las almas tenían que pasar por cada uno hasta llegar al último nivel, pero ustedes no lo sabrán hasta que llegue su día. Los niveles son: 1.- Apanoayan: Todos los fallecidos deben acceder por un río donde se encuentra un perro y los ayuda a pasar nadando a cuestas. 2.- Tepeme Monamictia: Lugar donde se encuentran dos montañas que chocan siempre una contra la otra. 3.- Iztepetl: Significa cerro de obsidiana y como su nombre lo dice es un cerro erizado de cuchillos de pedernal. 4.- Cehuecayan: Lugar donde hiela, se trata de otro lugar que deben pasar las almas. 5.- Itzehecáyan: Sitio donde sopla el viento de obsidiana; es decir, que corta como cuchillo de pedernal. 6.- Teocoylehualoyan: Espacio donde aparece un jaguar y devora el corazón del difunto. 7.- Apanhuiayo: Es un lago de agua negra donde se encuentra una lagartija llamada Xochitonal e intenta detener el paso del difunto. 8.- Chiconauapan: Este es el último sitio para llegar al Mictlán. El fallecido llega a la orilla de un río. 9.- Por último, el alma ingresa a su destino: el Mictlán, donde está mi dulce hogar. Pero ojo, no todos vendrán conmigo. Los grandes guerreros mexicas y las mujeres fallecidas en el parto se dirigen hacia la morada del Sol, todos los días lo acompañan hasta el mediodía. Después de cuatro años se convierten en colibríes y pueden bajar a la tierra para alimentarse del néctar de las flores. Quienes fallecen ahogados o por un rayo van al Tlalocan, un lugar de delicias con un jardín verde repleto de flores, donde reina el dios Tláloc.
Los bebés que nacen muertos o que no han probado alimento sólido se dirigen al Chichihuacuauhco, un sitio con un árbol nodriza lleno de frutos en forma de mamas, donde los pequeños toman leche. Finalmente, les recuerdo que la muerte llega a todas partes cuando menos la esperan. La vida pasa como una sombra rápida. Todos aquellos que fallecen de muerte natural llegarán a mi hogar, no importa si son hombres o mujeres, ni su clase social. A todos los recibiré. Nos vemos pronto.