Por Edmundo TLACUILO ALMAZÁN
CHOLULA.- El conocimiento histórico es uno de los objetivos más importantes del hombre, porque con él orienta sus acciones en el presente y reivindica sus derechos humanos, y políticos. Es de hecho, un botín político.
Hay dos modos de concebir el conocimiento histórico: 1) Como un objeto estático inmutable a través del tiempo, en el que funge como un estandarte donde se exhibe el desarrollo de la humanidad como un proceso ascendente o progresivo, en el que el presente es efecto necesario del pasado, que a su vez es solo el blasón que anuncia al presente; es decir, no hay modo de proponer un cambio de rumbo y lo que antecede se considera un mero recordatorio. Esta apropiación del pasado caracteriza al fascismo y a la modernidad capitalista y 2) Como un proceso dinámico en el que el pasado se conecta con el presente, de tal forma que somos capaces de tomar decisiones con un mínimo margen de error; en este caso, hay tensión u oposición entre ambos tiempos, y no hay linealidad porque el pasado interfiere activamente en el presente y éste en el futuro; es decir, la historia es estudiada para transformar la realidad, pues el pasado se estudia no solo como un conjunto de hechos a recordar, sino como fundamento para actuar.
El neoliberalismo postula el pasado como una imagen eterna; se limita a justificar los acontecimientos porque así han sido; no hay reflexión crítica y, por tanto, no se toman acciones que intervengan en favor de las mayorías. Sin embargo, la realidad no es perenne y ha dado saltos revolucionarios que han transformado al mundo. Hace 150 mil años surgió nuestra especie, cuyos avances culturales se vieron con gran esplendor hace unos 40 mil años con la creación de una gran variedad de técnicas y expresiones artísticas. Esto es confirmado por la herencia teórica que hace 150 años dejaron Carlos Marx y Federico Engels. Su vigencia es contraria a las teorías como la de Francis Fukuyama, quien hace 27 años declaró la perennidad del neoliberalismo en su famoso libro “El Fin de la Historia y su Último Hombre”.
El arte, frente a los modelos económicos logra, en alguna medida, los anhelos del hombre por conseguir “la eternidad”; pues en las grandes obras artísticas que han perdurado durante milenios se hallan resquicios de perennidad rescatados del fugaz paso del tiempo en el mundo, pero ni siquiera el arte es eterno, pues ha ido muriendo.
En el sistema capitalista se ha convertido en mero entretenimiento, en representaciones que carecen de contenido social crítico, de reflexión política y proponen el absurdo, como es el caso de las obras de Ai Weiwei y Marcel Duchamp.
Pero no es suficiente inconformarnos con el estado actual del arte. Es necesario activar políticamente para darle sentido; debemos construir un sistema verdaderamente social, en donde las obras de arte sean creadas y valoradas por el público como deben ser; una vía de conexión con lo que acontece, que brinden la posibilidad de provocar no actitudes pasivas sino conscientemente críticas, que sirvan para pronosticar el futuro y transformar el mundo.
Benévolo lector, algunos versos de Octavio Paz.
Nació en la ciudad de México, el 31 de marzo de 1914 y murió el 19 de abril de 1998. Estudió poesía hispanoamericana en Estados Unidos y se entregó plenamente a la literatura, en especial al cultivo de la poesía y el ensayo, ámbitos donde muy pronto destacó. Es, sin duda, el poeta más sobresaliente del grupo que impuso la revista Taller y, con el tiempo se convertiría en el poeta y el intelectual más importante de México en el siglo XX. Fundó y dirigió las revistas Barandal (1931-1932), Cuadernos del Valle de México (1933-1934), Plural (1971-1976) y Vuelta (196ª-1998), permaneció en España durante la guerra civil de 1936 a 1939. Perteneció al servicio diplomático. Fue enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la embajada de México en Paris, y embajador de México en la India, puesto al que renunció en protesta por la matanza del 2 de octubre de 1968, ordenado por el gobernó de Gustavo Díaz Ordaz, contra los estudiantes.
Movimiento
Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primer nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
Si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de sangre.
Octavio Paz
Dedicado al amigo, al hermano
Patricio Tlacuilo Almazán
Siempre estarás en nuestro corazón.