CHOLULA.- A mi llegada a Alcohólicos Anónimos, después de tres meses, estaba angustiado por decisiones que tenía que tomar. Un compañero me sugirió que me apadrinara y el resultado fue maravilloso, ya que el padrino me permitió ver las cosas desde fuera y me compartió su experiencia; además me dio sugerencias que comprobaron lo que me estaba diciendo, si las llevaba a cabo.
Esto me hizo ver el apadrinamiento como una herramienta necesaria. Tuve que vivir una mala experiencia con ese padrino, por falta de ética, al comentarme que mi pareja se quería apadrinar con él. Ese padrino me hizo fondear y recurrir a otra persona de confianza, quien me brindó una “oreja” y consuelo para mi problema, además de la “perla”, al decirme: “No hagas ídolos de barro, todo déjaselo a Dios”.
Eso me animó y continué mi caminar.
Por necesidad, me mudé a Morelos, me acerqué a un Grupo y después de algún tiempo, me busqué un compañero para que me apadrinara.
En cierta ocasión, después de una discusión con mi esposa, pensaba irle a reclamar a mi padrino, y mi esposa, sin que yo lo supiera, le habló a mi padrino, quien se apareció de manera “casual”. Esta vez, al verlo, le solté lo que traía y le dije que mi hermano había sido afectado por mi concuño, esposo de la hermana de mi esposa; y que pensaba irle a reclamar. El padrino me escuchó y me preguntó en qué condiciones vivía mi esposa antes de casarse conmigo y, sin saber por dónde iba, le contesté que, en casa propia de dos pisos, con todos los servicios, que trabajaba en un negocio familiar y que tenía como 20 empleados, que no se preocupaba por la comida ni la gasolina ni sus gastos. Vivía muy diferente a como vivía conmigo, que rentábamos y que el negocio no era muy redituable.
Entonces, el padrino me dijo: “O sea que dejó todo lo que tenía por seguirte a ti, y hoy tú ya quieres abandonar el barco, dejando a tu familia por ir a defender a alguien que te defraudó, según me has platicado…” Eso me desconcertó y me hizo entrar en razón.
Mas adelante, caí en otro bache con mi mujer y me pedía que buscara ayuda, que me apadrinara porque andaba borracho seco. Yo le decía que yo era el padrino del Grupo, lo que sucedía era que ella no me valoraba. Una ocasión, una ahijada le dijo que cómo la envidiaba por tenerme de tiempo completo. Mi esposa contestó: “Para conocer a Andrés hay que vivir con él un mes”.
Escuché a un compañero que se convertiría en mi padrino y lo es hasta hoy. Le pedí una sugerencia y lo que me dio fue un Programa que yo conocía, pero que no practicaba. Me sugirió que realizara un servicio como es debido, no solo dando lo que me sobraba, sino dando el 200%, es decir, todo mi esfuerzo y más. Esta experiencia fue un parteaguas en mi estancia en AA. En ese tiempo tenía ocho años en AA, después serví por doce años, concluyendo mis servicios de estructura y regresé al Grupo a servir café. Con tres amenazas de divorcio que pude sortear, con la gracia de Dios, con dos asaltos violentos, uno con un balazo en el estómago, además con un intento de embargo, y con dificultades económicas.
El padrino me mostró que siempre hay algo que dar, que las enseñanzas obtenidas me han permitido tener los elementos necesarios para apadrinar; tratando en todo momento de saber que todo viene de un Dios amoroso que se manifiesta. Pude darme cuenta que el más beneficiado en el apadrinamiento, a veces, es el padrino, el cual puede aprender más con la vivencia del ahijado. Dios nos envía a los ahijados porque los necesitamos, pues lo que hablo con ellos me compromete más con el Programa, lo que doy no es de lo mío, sino de lo que Dios me da, y que laayuda no es porque sea bueno, sino porque alguien más lo hizo conmigo.
Comparto este artículo en memoria de todos los padrinos que he tenido en estos 27 años que tengo en AA. Ellos me enseñaron lo bueno y lo malo, porque de todos se aprende y también por mi guía espiritual, que sin ser alcohólico, lleva más de 50 años ayudando alcohólicos, escuchando inventarios, dando pautas de vida, pero, sobre todo, reconciliando a los alcohólicos y familiares con ese Dios amoroso, lo cual es el deber de todo buen padrino.