Por Dr. Omar Josué ROJAS VÁZQUEZ
CHOLULA.- Este 23 de octubre se celebró en México el día del médico, si bien para muchos es una fecha que puede pasar desapercibida, no debemos olvidar que es casi siempre un médico quien nos recibe en este mundo y probablemente sea un médico quien nos mire partir.
La decisión de instaurar el 23 de octubre obedece a la Convención de Sindicatos de Médicos celebrada en Cuernavaca en 1937, ya que, en 1833, en esa misma fecha, se inauguró el Establecimiento de Ciencias Médicas, uno de los seis colegios de enseñanza superior en los que se dividía la Dirección de instrucción Pública.
En la región comprendida como Las Américas, el Congreso Panamericano celebrado en 1953 en Texas, se propone el 3 de diciembre en homenaje a Carlos Finlay, médico y científico cubano que descubrió la fiebre amarilla.
Rezaba la tradición que, en todo pueblo, a tres personajes se les debía respetar, a saber, el párroco, el maestro y el médico, éste último, digno heredero del conocimiento ancestral transmitido desde los tiempos de Hipócrates, cuyas manos debían ser siempre sagradas, pues eran las que calmaban el dolor, sanaba al enfermo y consolaban al moribundo.
Quien no podría recordar el primer día en la escuela de medicina, el nerviosismo, el ser llamado doctor, y el orgullo de portar una bata, ver pasar 5 años de nuestra vida y finalmente salir al año de internado y servicio social, como en todo, muchos compañeros desertaron, otros fueron cobardemente arrebatados de la vida en esos últimos dos años previos a ser llamados oficialmente doctores.
La medicina, al igual que la sociedad ha evolucionado, México no se ha quedado atrás y han sido los médicos quienes fueron los primeros en levantar la voz ante las injusticias sociales, prueba de ello es el movimiento de médicos de 1964-1965 y el movimiento estudiantil que desembocó en el paro universitario más grande desde 1968 iniciado en la Facultad de Medicina de la BUAP.
Nos enseñan que la medicina es la más humana de las artes, la más artística de las ciencias y la más científica de las humanidades, y que nuestra vida debe ser consagrada al servicio de la humanidad, y muchos médicos en aras de seguir el dogma han perdido la vida o la libertad por el simple hecho de ejercer la profesión que los apasiona desde pequeños.
Desafortunadamente, hemos perdido el valor de una de las mejores profesiones, de ambos lados del escritorio, permitiendo, por un lado, que la medicina se prostituya a través de orientaciones gratuitas, consultas prácticamente gratis y recetas con cuota mínima, y por otro, minimizando el consejo, omitiendo el tratamiento y finalmente culpando al médico por consecuencias completamente prevenibles.
Este año el día del médico es, especialmente diferente, pues nos ha puesto a prueba de todas las maneras posibles, nos ha arrebatado a nuestros hermanos y a nuestras familias, pero es un gremio fuerte, legado de aquellos médicos que combatieron la peste y la gripe española, son grandes mujeres y grandes hombres que se abren paso entre overoles y caretas, siempre sonrientes, siempre valientes.
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