CHOLULA.- Corría la década de los 80´s cuando el sistema anti misiles de la URSS fallaba y ponía al mundo cerca del colapso nuclear, el papa Juan Pablo II rectificaba la postura de la iglesia sobre Galileo Galilei, en México se decretaban las ceremonias de los lunes orden del presidente López Portillo, mientras esto acontecía, un virus brincaba la delgada y frágil barrera entre el animal y el hombre, y comenzaba a asolar la ciudad de San Francisco, California.
Un virus capaz de volver al cuerpo humano en su contra era algo impensable, cualquier patógeno con la capacidad de mutar constantemente y con la habilidad de disminuir las defensas del cuerpo al grado que una gripa sea mortal solamente podía concebirse como un castigo divino o como un elaborado plan para mermar a la población, sin embargo, el origen real aún se debate.
El 5 de junio de 1981 los centros de control de enfermedades de Estados Unidos emitían un boletín especial informando sobre una neumonía asesina en la ciudad de Los Ángeles, los 5 pacientes eran homosexuales, por lo que encasillaron aún más a una comunidad ya estigmatizada, posteriormente se conocería como GRID (Inmunodeficiencia asociada a los gays por sus siglas en inglés) y hasta aproximadamente 1983, se usarían todas las medidas de protección existentes con dichos pacientes, pues se desconocía formalmente el mecanismo de transmisión.
El Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias fue el primer hospital en recibir a los pacientes con la mal llamada peste rosa, un país con una perspectiva limitada, altamente religioso y sumamente conservador no era el escenario ideal para una enfermedad limitada en ese momento a la comunidad gay, violencia física y negativa de atención fueron hechos comunes en los hospitales que ante este nuevo virus no sabían como actuar y mucho menos tenían un protocolo establecido.
Los primeros cuadros tenían comunes denominadores, hombres jóvenes con pérdida de peso, diarrea crónica, lesiones violáceas en la piel y candidiasis oral, los primeros diagnósticos apuntaban al citomegalovirus, sin embargo, pronto empezó a barajarse la posibilidad de que una coinfección de varios patógenos fuera la causante de dichos cuadros, por lo que manejos empíricos fueron aplicados, algunos con éxito, aunque muchos pacientes llegaban tan graves y rechazados de tantos nosocomios que simplemente llegaban a morir.
La esperanza para esta epidemia se vislumbraba en 1984 con el uso de la zidovudina como antirretroviral, sin embargo, se cristalizaría hasta 1987, cuando la FDA aprobaría el uso terapéutico de dicho fármaco, originalmente ideado como anticancerígeno, fue a finales de los 80´s y principios de los 90´s cuando una masiva campaña de información sobre el uso de preservativo frenaría los contagios alrededor del mundo, voces como la de Madonna y la Princesa Diana de Gales humanizaban a las personas con VIH, que hasta ese momento habían perdido todo, incluida su humanidad.
Como es visible hoy en día, el sistema nacional de salud es capaz de colapsar ante la llegada de cualquier patógeno externo, así como el contexto social puede resultar adverso para los pacientes infectados, el ingreso del Virus de la Inmunodeficiencia Humana a México no fue la excepción, ya que fue hasta 2003 cuando se reformó la ley general de salud para garantizar la compra de los 22 esquemas antirretrovirales para los pacientes con VIH/SIDA, así como fue hasta el final de la década de los 90´s cuando se instauraron los centros de atención a pacientes con VIH y otras infecciones en gran parte del territorio nacional, todo esto después de intentos fallidos como FONSIDA, es remarcable el papel de las y los activistas que han presionado para que dichas acciones fueran realizadas.
La llegada del VIH al mundo fue un parteaguas histórico, descubrimos que las infecciones de transmisión sexual conocidas hasta ese momento si podían agravarse si existía coinfección, que, de haber sido transmitido por el aire, el virus hubiese significado el fin de nuestra especie, y que vivir con VIH no es una sentencia de muerte, mucho menos un castigo divino, miles de virus brincan la barrera entre el reino animal y el hombre, ya sea por un fallo en los sistemas de decodificación genética, o porque simplemente el ser humano es un animal más, susceptible, frágil y vulnerable, el ejemplo más claro el SARS-CoV2, que en este primer año ha cobrado más de 1 millón 400 mil personas, mientras que el VIH ha cobrado a la fecha más de 30 millones de almas desde que inició la pandemia, sin embargo, corresponde a la ciencia adelantarse y volver meses las décadas que tardaría una vacuna nueva, teniendo dos faros de esperanza hoy en día, la vacuna COVID y el protocolo mosaico.
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