Cuando mueren los famosos: ¿por qué lloramos por alguien que nunca conocimos?

 

Sin importar si ha muerto un personaje famoso nacional o internacional en la actualidad, las redes sociales se vuelven altares. Tambien en tiempos pasados la gente compartía ese dolor social al enfrentarse del fallecimiento de un famoso.

La noticia se expande como un reguero de pólvora un actor icónico, una voz musical inconfundible, una figura pública que marcó época… ha fallecido. Y entonces ocurre algo curioso: una ola de genuina tristeza, incluso lágrimas, invade a personas en todo el mundo. ¿Por qué? ¿Cómo es posible que la muerte de un desconocido nos afecte tan profundamente?

Tal vez la respuestas son las relaciones parasociales. Los psicólogos usan este término para describir las conexiones profundas, aunque unilaterales, que forjamos con figuras mediáticas. A través de sus películas, música, entrevistas, redes sociales e incluso rumores, sentimos que los «conocemos». Nos invitan a sus vidas (o a una versión cuidadosamente elaborada de ellas) de manera constante. Ellos nos han acompañado en momentos clave de nuestras vidas.

No es simple morbo ni exageración. La tristeza que sentimos tiene raíces profundas y legítimas. Sus canciones nos acompañaron en momentos clave, sus personajes nos dieron consuelo o risa, sus hazañas deportivas nos hicieron soñar. Cuando mueren, sentimos que perdemos también una parte de nuestra historia.

La psicóloga clínica Laura Jiménez lo explica así:

«No lloramos al individuo, sino lo que ese individuo representa para nosotros. Lloramos la pérdida de un símbolo que nos hizo sentir, que nos dio identidad, que nos acompañó en nuestras emociones.»

Hay también un fenómeno de duelo colectivo. Cuando una figura pública muere, los medios lo convierten en un evento global. Se habla del tema, se recuerdan sus obras, se comparten videos, frases, homenajes. El dolor se vuelve compartido, social. Y al ver a otros llorar, también nosotros nos sentimos tocados. Es como si tuviéramos permiso para sentirlo, incluso si nos parece irracional.

En muchos casos, hay algo más: proyectamos en esas personas ideales de vida, éxito, libertad o belleza. La muerte de un famoso nos recuerda nuestra propia finitud. Nos enfrenta al hecho de que nadie es eterno. Y por eso, muchas veces no lloramos solo por el artista, sino por lo que se lleva consigo: nuestra infancia, nuestra juventud, nuestros sueños.

«Las figuras públicas funcionan como espejos emocionales», dice el tanatólogo David Ortega. «Cuando ellos se van, sentimos que una parte de nosotros también muere. Por eso el duelo es real, aunque no haya habido una relación personal directa.»

Quizás por eso, lloramos también lo que no pudimos decirles. Agradecimientos que quedaron en el aire. Cartas no enviadas. Abrazos imposibles. En el fondo, ese llanto colectivo habla del profundo anhelo humano de conexión, de pertenencia, de haber sido tocados, aunque sea a través de un medio de comunicación ya sea tradicional o digital, por alguien que nos hizo sentir vivos.

Y tú, ¿qué famoso ha marcado tu vida… y qué parte de ti se fue con él?

 

Memento Mori

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