CHOLULA.- Compañeros, reciban un saludo a la manera tradicional de Alcohólicos Anónimos, esperando se encuentren bien de salud, son mis deseos.
Mi llegada a AA fue sin querer queriendo… es decir, ya era un alcohólico. De esta manera, ya había intentado, por varios medios, dejar de beber, sin lograrlo.
Por medio de un anuncio que estaba en el Grupo, me decidí a entrar. Al principio, como todo alcohólico, no entendía mucho, pero al estar continuamente me llevó a cumplir mi primer aniversario, creí que ya estaba curado, ese fue mi peor error, pues empecé a faltar, iba de vez en cuando. Los compañeros me decían que estaba tendiendo mi camita…
Efectivamente, era cuestión de tiempo. Volví a beber, tuve que regresar al Grupo y así estuve durante cinco años, hasta que me cayó el veinte, es decir, hasta que pude entender un poco lo cruel de la enfermedad. Ver que no era la cantidad de alcohol, sino el primer trago; entender lo que dice la literatura de que el alcoholismo es incurable, progresivo y de fatales consecuencias; la única solución es la abstención total.
Tuve que entender que cuantas veces hiciera la prueba de la primera copa sucedería lo mismo.
Hoy puedo ver que solamente con un poco de esfuerzo y sacrificio, se puede lograr dejar de beber; hoy me doy cuenta de que cualquier emoción malsana me puede llevar a la primera copa, pero, también, de que el Programa nos da muchas herramientas para mantenernos sobrios. He aprendido un poco lo que es vivir bajo una base espiritual, pues el Programa, desde el Primer Paso, nos menciona que sólo un acto de la Providencia pudo remover esa terrible obsesión por el alcohol.
Sabemos que Dios, como cada uno lo concibe, es quien nos da guía para seguir adelante.
Me siento contento de estar con ustedes; de que me hayan elegido para prestar un servicio, pues el alcohólico duda que su mente es alcohólica, y sin trabajo está en riesgo de ir a beber, lo que no se le desea a nadie.
Me despido de ustedes, deseándoles felices veinticuatro horas.