Por Alejandro MARIO FONSECA
CHOLULA.- El pánico es miedo intenso y manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo en situación de peligro. También se da en lo individual y existen muchos ejemplos.
Uno de los más comunes es el de los que le tienen pánico a viajar en avión. Otro muy famoso es el de los accionistas de la Bolsa de Valores, por ejemplo: “a las 12:00 se produjo una reacción de pánico en Wall Street por el fuerte aumento del petróleo”.
Otro más es el que se produce a causa de los terremotos: “el desconcierto inicial por el temblor sísmico dio paso a escenas de pánico”. Un último ejemplo sería el que todos hemos vivido alguna vez: “víctima del pánico, enmudeció frente al público; el pánico lo acabó dominando».
Pero el pánico en tanto miedo “normal”, también puede convertirse en un adjetivo superlativo, cuando se convierte en terror, es decir cuando se siente muy intensamente y por periodos prolongados de tiempo.
Es el caso de las comunidades que viven asoladas por la guerra o por alguna de las calamidades que nos llegaron con el neoliberalismo, por ejemplo, el narco y el huachicol.
Ejemplos hay muchos, en Guerrero, en Michoacán y en otros estados. Se trata de comunidades que viven en una situación permanente de terror pánico. No quiero mencionar ejemplos concretos, pero ya los tenemos cerca.
2018: devaluación y caída de la Bolsa de Valores
A fines del 2018 vivimos lo que se conoce como “pánico bursátil”. Es un fenómeno recurrente, o mejor dicho cíclico, que viven las economías capitalistas. Se trata de fuertes devaluaciones de la moneda y de la caída súbita del precio de las acciones en las Bolsas de Valores.
Normalmente se deben al manejo desordenado de la macroeconomía: falta de disciplina fiscal, endeudamiento, inflación, mal manejo de las tasas de interés; pero también al incremento en el precio de los energéticos o a fenómenos sociales o naturales que afectan la economía del país en cuestión.
Ya desde 1922 Max Weber, en su obra Economía y Sociedad, editada en México por el FCE, se refiere al pánico bursátil o de la Bolsa de Valores como un acto social complejo que combina factores racionales e irracionales.
Para su análisis, Weber propone la construcción de un tipo ideal (modelo explicativo) que identifique la experiencia bursátil separando lo racional e irracional de su contenido. Se trata de una herramienta muy útil para las ciencias sociales.
El tipo ideal debe ocuparse primero del acto bursátil “normal” o racional, para luego entender todo lo adicional o externo, que produce su alteración, como irracional. Resulta inevitable utilizarlo para comprender el “pánico financiero” que acabamos de vivir en México.
Si algo ha cuidado bien AMLO es la economía
Y precisamente en la identificación del contenido “irracional” es donde reside la explicación de la “devaluación” del 2018 en nuestro país: el sector financiero mexicano se “apanicó” ante la decisión de López Obrador de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto en Texcoco.
Las Casas de Bolsa y sus agentes ya tenían rato hablando de la amenaza financiera que significaba que AMLO ganara las elecciones. Y cuando vieron que se mantenía firme en las encuestas, empezaron a matizar y a cargarle las “culpas” a Trump y la renegociación del TLC.
Ya con el AMLO como presidente electo cambiaron de táctica e incluso algunos hasta empezaron a hablar bien de él. Pero muy pronto vieron que iba en serio con sus contra reformas y la decisión de cancelar el NAICM apareció como una oportunidad para frenarlo, y para hacer negocios.
Se trató de un burdo juego político que escondía una trampa financiera. Si hubo pequeños y hasta medianos capitalistas que mordieron el anzuelo y se apresuraron a vender acciones y a comprar dólares. AMLO calificó el fenómeno como “deslizamiento” del peso y “crisis pasajera”.
Muy pronto el peso empezó a recuperarse y la Bolsa de Valores regresó a la normalidad. Ganaron los de siempre, los grandes capitalistas y perdieron los inversionistas bisoños. Desde entonces las cosas se le dieron bien a AMLO: si algo ha cuidado bien es la economía.
¿Pero qué pasó en el orden municipal?
A fines de aquel 2018 aquí en San Pedro Cholula el flamante gobierno de Luis Alberto Arriaga anunció grandes reformas al sistema de seguridad. Todos esperábamos una nueva estrategia conscientemente planeada.
Nunca la vimos, lo que sí vimos fue el anunció una nebulosa idea de convertir nuestro municipio en una Smart City. Y todo siguió igual, los mismos funcionarios, amiguismo, familiares, etcétera. Incluso ya la tan cacareada austeridad quedó de lado: lo primero que hicieron Arriaga y sus regidores fue aumentarse sus salarios.
El de Arriaga fue un gobierno gris y sin resultados, que salvó el pellejo gracias a la pandemia del cobid. Arriaga despilfarro la herencia política y económica que le había heredado J. J. Espinosa y muy pronto regresó a gobernar el PAN.
Hace tres años la mediocridad, el abuso y el despilfarro sentaron sus reales en la administración municipal de Cholula. La vigilancia del buen desempeño de los gobiernos locales, debería ser responsabilidad de los gobiernos estatales, a través de los órganos de Fiscalización de los Congresos, pero mientras estos siguen viciados por la herencia de muchos años de abusos y corrupción.
Fiscalización ciudadana sería la respuesta, pero eso les suena a chino a nuestras autoridades, aun siendo de MORENA. Mientras tanto seguimos viviendo los problemas de siempre.
Y para empeorar las cosas, la oligarquía partidaria de Morena ahora nos amenaza con imponer a Arriaga otra vez en la alcaldía. No creo que lo logren, significaría abrirle nuevamente las puertas al PAN.
Sin embargo, me pregunto ¿ahora sí los panistas serán capaces de encontrar un candidato honrado y con la capacidad de modernizar nuestro municipio? No lo veo.