Parte I
Dra. Margarita TLAPA ALMONTE
CHOLULA.- La celebración del Día de Muertos es una tradición de origen mesoamericano. Forma parte de la tradición religiosa Mesoamericana. Los pueblos precolombinos mesoamericanos eran religiosos, vivían espiritualmente a través de sus deidades. En su pensamiento y ritualidad, la muerte ocupaba un lugar importante, creían que el hombre, venía a vivir una sola vez a la tierra, rendían tributo, realizaban rituales que mantenían el equilibrio para vivir en armonía con la naturaleza. Ofrendaban flores, copal, humo de tabaco, primicias de cosechas y sacrificio humano. El culto a la muerte se relacionado con el ciclo agrícola del maíz; porque se creía que los antepasados y los difuntos desempeñaban un papel fundamental como vigilantes del bienestar de su comunidad y de las actividades agrícolas del maíz.
Se recordada a la muerte como una esperanza de vida, creían que morir era virtud, porque significaba vivir eternamente después de la Resurrección. Así como, el sol sale después de la noche, venus muere y renace; la semilla muere y renace para dar vida a la planta del maíz; la vegetación muere y rebrota de tal forma que la naturaleza y el hombre son eternos. Los pueblos mesoamericanos sabían que la resurrección daría la continuidad al orden del Universo, el cual dependía de la forma de morir de cada persona, de los cargos y atributos hechos durante su vida, para espiritualizarse a la vida eterna. Por ello, los principales de los barrios de Cholula son recordados por los cargos y el servicio que prestaron a sus templos, a su comunidad y a su santo patrono (a).
Los nahuas mencionaron a Sahagún que había cuatro lugares para los muertos: El Mictlán, donde reinaba Mictlantecutli y Mictecacíhuatl, lugar a donde iban los que tenían muerte natural o accidental. El Tlalocan, lugar de alimentos y alegría, a donde iban los que morían por causa del agua o enfermedades de la piel. El Tonatiuh Ilhuícac, el destino de los guerreros que morían luchando. Los sacrificados y las mujeres muertas en el parto. En su cosmovisión en este cielo después de cuatro años, los muertos se convertían en mariposas o chupamirtos que chupaban las flores de cielo y tierra. Y el Chichihuacuauhco a donde iban los niños.
En la época prehispánica el hombre al morir viajaba al Mictlán donde viviría eternamente, se convertían en sol, luego en colibrí para después llegar al Tlalocan el paraíso de Tláloc. Los antepasados prehispánicos creían en reencarnación de los muertos, porque su alma retornaba con los vivos como “espíritus de lluvia con sus máscaras de nube”, o en los cuerpos humanos, de animales o plantas. Las historias de Mendieta mencionan “las almas de los señores y los principales se volvían nubes, niebla, aves y mariposas blancas e interactuaban con los vientos para regresar como espíritus de lluvia y cuidar el cultivo de maíz”.
“Veras que las almas de nuestros muertos nos visitan cuando inicia la temporada de lluvias en el mes de marzo y las vemos en forma de mariposas blancas. ¿Si las has visto? Lo mismo las vemos al final de las cosechas en noviembre en el mes del Día de Muertos, las vemos volar para recordar que están presentes”
Tiachca Lino Panecatl, Barrio de San Matías Cocoyotla