Por Nancy LUNA SORCIA
CHOLULA.- El antepasado lejano del chaleco parece ser el Justaucorps, una especie de abrigo largo hasta la rodilla que llevaban los hombres en la segunda mitad del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII.
La prenda era de origen francés y se introdujo posteriormente en Inglaterra; en 1666 el rey inglés Carlos II, en oposición a la moda francesa del justaucorp, decidió introducir el término «chaleco» en el vocabulario inglés, con el que se sigue conociendo en la actualidad.
Su nombre procede del turco Yelek, pero a Europa llegó como Yalíka. Posteriormente derivó al italiano Giulecco hasta llegar a su nombre actual.
Utilizado por los nobles, el chaleco histórico era una chaqueta que llegaba hasta las rodillas y que se solía llevar junto con un pantalón y un abrigo de igual longitud: el traje formaba un conjunto que más tarde evolucionaría hasta el actual traje de tres piezas.
Es interesante señalar que, al principio, las mangas formaban parte de esta prenda, pero durante el siglo XVIII se fueron eliminando por razones prácticas.
Con el tiempo, el chaleco comenzó a ser visto como una prenda de moda y se convirtió en una parte esencial de la vestimenta masculina y femenina. Durante el siglo XVIII, el chaleco se convirtió en una prenda de moda elegante y sofisticada, utilizada por hombres de la alta sociedad. Se fabricaban con materiales lujosos como la seda y se decoraban con detalles elaborados, como bordados y encajes.
Tras la Revolución Francesa de 1789, el sentimiento anti aristocrático en Francia (y en el resto de Europa) influyó en el vestuario de hombres y mujeres: los chalecos se volvieron mucho menos elaborados, más cortos y estrechos, y pasaron a desempeñar un papel estilístico secundario en comparación con el abrigo.
A lo largo del siglo XIX, el chaleco se convirtió en una prenda de moda popular en todo el mundo. Se utilizó en una variedad de situaciones, desde trajes formales hasta ropa de trabajo.
La tendencia dandy, llena de estilo, dio al chaleco un protagonismo sin precedentes: pasó de ser una prenda secundaria a ser protagonista en el traje de tres piezas.
Esto hizo que el chaleco se estrechara al máximo, ciñéndolo al cuero para que la silueta quedara remarcada. Era un estilo bastante peculiar, y muy incómodo, por lo que solo se utilizó, hasta 1850, donde comenzaron a dibujarse las formas más rectas y más anchas en la cintura.
Durante este siglo, con el uso de la chaqueta, el chaleco quedó en un segundo plano en el traje de tres piezas, quizás por razones prácticas ya que el chaleco lo usaban principalmente para tapar los tirantes y para guardar el reloj de bolsillo muy usado en esos tiempos.
A partir de los años 20, se implantó el uso del cinturón y el reloj de bolsillo fue sustituido por el de pulsera, lo que trajo una deconstrucción progresiva del traje de tres piezas ganando protagonismo una moda más informal, libre y menos encorsetada.
También en la década de 1920, el chaleco comenzó a ser visto como una prenda de moda en la moda femenina, utilizada en combinación con vestidos y faldas.